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sábado, 30 de junio de 2018

EXHIBICIÓN MONUMENTAL DE TAUROMAQUIA EN ALGECIRAS

Dos faenas bellísimas del torero de Galapagar, exquisito con el capote, y tarde desatada de Miguel Ángel, que indulta un nobilísimo toro de Jandilla. Gran espectáculo.
Y llegó el día. El universo taurómaco con la lupa abrasando Algeciras. Una convulsión. José Tomás y la revolución por una tarde. Los abonos agotados, los toros elegidos. De Cuvillo. Sin sorteo. Miguel Ángel Perera como compañero del duelo. Con sus propias balas, las de Jandilla. Un grado o dos por encima de la presentación habitual en el trapío.
Después de casi dos años de ausencia de los ruedos españoles, dónde, cómo, con qué y con quién lo decidió el hombre que es dueño de su destino. La clave del porqué de todo ya se queda en el tintero de los enigmas. El motor de la nostalgia de la atestada plaza de Las Palomas levantó una clamorosa ovación. JT y Perera la recogieron en sus monteras.
Viernes, 29 de junio de 2018. Algeciras. 3ª y última de feria. Lleno. 11.000 almas. Estival. Dos horas y veinte minutos de función. Tres toros -1º, 3º y 5º- de Núñez del Cuvillo y tres -2º, 4º y 6º- de Jandilla (Borja Domecq Noguera). El cuarto, Libélula, 493 kilos, indultado. Mano a mano. José Tomás, dos orejas, saludos y vuelta. Miguel Ángel Perera, una oreja, dos orejas y rabo simbólicos y ovación. Los dos, a hombros. Brillantes pares de Javier Ambel, José Chacón, Curro Javier y Juan Sierra

Y salió el toro del regreso. La armonía exacta, la seriedad perfecta. En sus hechuras, en su cara colocada. A Farfonillo lo meció José Tomás a pies juntos. Apenas el capote sacado de la jurisdicción del cuerpo. Una danza. La media verónica enfrontilada murió con una cadencia de escándalo. El galleo por chicuelinas discurrió con sedosa suavidad. Como si se deslizase. A la bondad del cuvillo no le sobraba el gas. Del peto a un quite por ceñidos delantales, cosidos a las tafalleras oxigenantes. Todo tan despacio que el tiempo caía con lentitud de reloj de arena. Desde la obertura por alto de faena bajó a la tierra una trincherilla celestial. Hilvanada al sutil golpe de muñeca de su izquierda. Como continuación del cambio. La sutilidad de la derecha huérfana de toques ligó tandas de cinco y seis muletazos sin exigencias. En slow movie. El toreo por su camino. Y aun así el fondito de Farfonillo acusaba su escasez. Preciso el empleo para seguir los naturales echados a los vuelos. Sólo los vuelos en la verticalidad atalonada. La muleta nacía en el escafoides. Sin palillo entre medias. El de pecho duró una eternidad. Un pase de las flores zurdo para que continuase fluida la embestida en las yemas. La intensidad y la calidad del fenómeno suplían las del toro acabado. Clavado el ciprés de Galapagar en la ligazón extrema. Sin espacios. Como la espaldina. El broche en estatua. Y una estocada que matizó la concesión de las dos orejas.
Una de más también marcó el premio a Miguel Ángel Perera. La espada como único argumento para haber negado el solitario trofeo. Entregada la faena. La lidia completa. Desde el saludo por chicuelinas a las talaveranas del quite. Desde la descarada apertura rodilla en la arena al poderío de los derechazos que querían romper hacia delante al jandilla que se resistía. Con su nobleza apoyada en las manos. Por el derecho viajaba por el mando pererista; por el izquierdo, ni igual ni del mismo modo. MAP lo exprimió a conciencia. Hasta el parón volcánico marca de la casa. El defectuoso uso del acero no frenó el entusiasmo.
Dudosito dudó de todo. De su bravura desde que pisó el ruedo. Suelto incluso de su sombra. Su honda y larga anatomía montada venía vacía de fábrica. Antes de que apretase hacia los adentros en banderillas, José Tomás ofreció toda su verdad por gaoneras. Fuerte el toro en el arreón, impertérrito el torero en su pedestal. Bárbaro uno y ya rajado el otro. No hubo causa para faena alguna.
En las quinielas de las crónicas hechas no entraba la inmensidad de Perera. Ni el indulto del Libelula. A todas luces exagerado. Miguel Ángel lo bordó. Como nunca esta temporada. De tal modo reventó Las Palomas. Desde la explosiva triada de pases cambiados, ligó con empaque macizas y hondas tandas de redondos. El jandilla hacía el avión con superior estilo. Tan serio por dentro como por fuera. Sólo que en la hora de emplearse al natural amagó con rajarse. MAP y Libelula contaron con la grandeza de remontar a derechas en la búsqueda del perdón. Sin ayuda, el extremeño desató una berraquera. Y el usía cedió con indulgencia a la petición alocada por la vida. La simulación de la estocada, las dos orejas y el rabo simbólicos, el desmadre...
José Tomás salió espoleado al quinto. Que se movió sin terminar nunca de humillar. Brutote. La pureza de JT, de la izquierda dorada, contra la violencia. Desnudo el arte de accesorios. Como siempre. Otra vez los vuelos, sólo los vuelos. Y el embroque embraguetado. El coloso de Galapagar en llamas. Sin respiro en las manoletinas fundidas. El estoque le traicionó. Únicamente eso. La vuelta fue un clamor.Miguel Ángel Perera volvió a no perdonar un quite con el último. Sin con Libélula estremeció por saltilleras y gaoneras, ahora lo hizo por saltilleras. Y brindó a JT. El noblote jandilla fue de una vulgaridad terrible. Y no hubo refrendo con la espada. A hombros marcharon los dos como colofón a la apasionante tarde del soberbio regreso.

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