A Morante no se le escapa un detalle.
Huelva es una cita clave en su temporada. La plaza de La Merced ha sido el marco adecuado para muchas obras de arte del torero cigarrero. Así llegó a la apertura de las Colombinas de este año. Cuando se fue al centro a brindar la faena al primero elevó su montera al cielo. Algunos pensaron que sería para su padre, tantos años en Huelva para ver a su hijo. Otros, tal vez con más lógica, dijeron que el brindis sería para la memoria de José Luis Pereda y Litri. Solo Morante sabe a quién le dedicó ese brindis tan especial, pero de lo que no quedan dudas es que un trozo de ese homenaje estaba dedicado a la figura del gran Miguel Báez, que nos dejó este año, el torero más importante de Huelva, el torero más querido por todos.
El mismo Morante se encargó de solventar las dudas. Se llevó la cuadrilla al toro al burladero de la segunda suerte. Morante se situó casi en el centro, algo desplazado hacia los terrenos de sombra, para citar al toro con la figura erguida, la muleta pegada al cuerpo cogida con la mano izquierda. Fue muy emotivo. Primero abrió la franela para instrumentar un natural, para seguir con uno cambiado por alto también con la izquierda. El litrazo volvía a Huelva de la mano del torero más documentado del escalafón.
Pero no acabó ahí la cosa. Había podido meter en la muleta al cuarto en una faena de mérito, ya con el toro en las tablas y embistiendo sin querer, con algunos naturales perfectos, cuando de forma sorprendente se echó con ambas rodillas a tierra para desplantarse de espaldas al toro. Otro homenaje claro a la figura inmensa de Litri en la personalidad única de Morante.
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