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miércoles, 12 de abril de 2023

De seis en seis

POR FERNANDO FDEZ. ROMÁN

Echando mano de la abundosa historiografía sobre las corridas de toros en España, nos encontramos con que las “ternas” de matadores no se consolidan hasta muy entrado el siglo XIX. Diríase que muy a finales. Hasta entonces, los toreros de a pie descollantes, los que atraían puntualmente la atención de los públicos, se las veían cara acara con sus más directos rivales, formando parejas o duplas que suponían otras tantas banderías de partidarios acérrimos de uno u otro diestro, sin que se concibiera, para nada, la neutralidad. No valían medias tintas, y eso del “centralismo” estaba por inventar.




 Cuentan las crónicas que, en el decimonónico siglo, o eras de Cúchares o de El Chiclanero, de El Tato o de El Gordito, de Lajartijo o de Frascuelo. Por delante de todas estas parejas, la figura de Paquiro, omnipotente y visionario de la nueva lidia; por detrás, la del majestuoso Guerrita, rey en soledad, pero rey indiscutible. De ahí en adelante, vinieron las “ternas”, con un tercer espada en discordia, especie de catalizador artístico que se hizo presente en la reverberación antológica del “gallismo” y el “belmontismo” para, muy de cuando en vez, ponerles las peras a cuarto a la pareja reinante en la Edad de Oro del Toreo : Joselito-Belmonte. Una cuña (El Gallo, Vicente Pastor, Rodolfo Gaona, Ignacio Sánchez Mejías…) que entraba a presión en la horma del guerracivilismo taurino de la segunda y tercera década del siglo XX: tres toreros, tres, para seis toros, seis.

Muy después, se inventaron los paseíllos de cuatro toreros para ocho toros, o los “manos a mano” que eran “apasionantes”, de verdad. Así, pues, en aquél tiempo, las “guerras” entre toreros eran un hecho fehaciente. Los patios de cuadrillas se convertían en un hervidero de pasiones, miradas torvas, gestos esquivos. Dícese que al clásico y recurrente exvoto, en pro de providencial indulgencia divina, “¡que Dios reparta suerte!...” Sánchez Mejías llegó a responder: “…¡¡que reparta cornadas!!”

En la actualidad las ternas siguen predominando de forma abrumadora, pero últimamente, ante la extremada abundancia de toreros y, por ende, la imposibilidad de incluirlos en ternas, incluso en “cuatrernas, se está arbitrando una curiosa solución: anunciar en un solo festejo a seis toreros. A toro por barba… o por coleta, que también la fórmula se utiliza para las novilladas, por ejemplo, en el popular Certamen Alfarero de Oro que se celebra todos los años en Villaseca de la Sagra.


La fórmula parece que se ha consolidado. Ahí tienen a seis novilleros formando en línea, es decir, “a lo ancho”. Ciertamente, es un desfile un tanto rarito, pero actúan seis novilleros ante seis novillos, con lo cual el precio de la novillada se ve reducido también en personal de cuadrillas y otras gabelas. Echen cuentas.Seis toreros, seis.

En realidad, lo de los seis toreros no es de ahora. Ya lo había inventado don Pedro Balañá Espinós en los años de la posguerra, anunciando en la Monumental de Barcelona, el 22 de junio de 1941, una corrida extraordinaria con las seis figuras de la época que ven en blanco y negro: Marcial Lalanda, Pepe Luis Vázquez, Rafael Ortega Gallito, Vicente Barrera, Manolete y Juanito Belmonte; pero, ¡ojo!, con dos toros para cada uno. Seis toreros para doce toros, por mucho tirón de público que tengan los coletudos puede ser un peñazo insoportable. De cuatro a cinco horas de corrida (a ritmo normal) es una dosis de caballo, como una cornada en la femoral (y la moral) del aficionado. Dicen las crónicas que la cosa duró “solo” tres horas y veinte minutos. En cualquier caso, lo de Doce para Seis (26 de julio de 1942 en Barcelona don Pedro Balañá Espinós echó la casa por la ventana. Doce toros; seis de Buendía (Santa Coloma) y seis de Ignacio Sánchez (Trespalacios) para Manuel Jiménez Chicuelo, Nicanor Villalta, Pepe Bienvenida, Manolete, Pepe Luis Vázquez y Antoñito Bienvenida.) -se repitió al año siguiente, el año en que Antoñito Bienvenida –recién alternativado en Madrid-- recibió una gravísima cornada en el vientre al intentar el pase cambiado a muleta plegada.



Quiero creer que la fórmula “De Seis en Seis” es consecuencia de los tremendos costes de producción de cada corrida de toros o novillada con picadores. Con la normativa del Convenio vigente, organizar este tipo de festejos con seis toros y sus correspondientes sobreros, personal de cuadrillas y demás empleados puntuales o colaterales para dos o tres toreros, supone una apuesta difícil de rentabilizar.


Ramón Valencia, empresario de la Maestranza de Sevilla, tomó buena nota del asunto y resolvió el eterno problema de la inclusión de toreros de la tierra o allegados en los carteles de la feria de Abril, acoplando a seis en un mismo cartel. Y le fue bien, por lo cual, este año, repite el sistema. Creo recordar que ya lo apuntó Diodoro Canorea en alguna ocasión. Tauroemoción, la nueva empresa de la plaza de toros de Valladolid, también se apunta al modus operandi (con perdón) y anuncia para la fecha de San Pedro Regalado una novillada con seis novillos para seis novilleros con picadores.

Conviene resaltar que lo de Barcelona fue una corrida especial, extraordinaria, para una causa especial, en unos años extraordinariamente difíciles en nuestro país. Y que, históricamente, lo de “a toro por barba” es cosa de festivales, donde el beneficio económico, paliativo para una benéfica función, es el principal objetivo del organizador.

Esto de juntar a los toreros De Seis en Seis no es más que un formulismo de emergencia, una forma de estirar la suerte, hasta el punto inverosímil de una sola oportunidad. Una especie de ruleta rusa, donde, todo se somete a la volatilidad del disparo. En realidad, el único que acierta siempre es el empresario, que mata dos pájaros de un tiro.



/www.republica.com/

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