Hoy día la reproducción en humanos y en animales es una disciplina que avanza con paso muy seguro. Por ella misma en cuanto a los conocimientos e interacciones fisiológicas y de patología, y por las técnicas que coadyuvan a que pueda seguir desarrollándose, como es la biotecnología, a caballo entre otras muchas aplicaciones científicas, sobre todo la bioquímica.

Al igual que extender las características genéticas deseadas por un ganadero en el mayor número de animales posible, en número infinitamente superior a como lo podría hacer el semental escogido por la vía natural, y no digamos, en caso de hembras, donde las posibilidades se reducen aún más.
Y qué ganadería se puede permitir esa inversión a largo y un costo importante a corto. Pues algunas de especies y ganados muy seleccionados determinados como es el caso de bovinos de carne o líneas de razas de leche, y porcinos de carne. Pero en el campo, en el conjunto de la dehesa o explotación extensiva, ninguno; no habría posibilidades de mantener los costes. Condenaríamos entonces a las razas autóctonas, más aclimatadas a nuestro ecosistema sostenible, a recoger en un tiempo muy largo y siempre bastante después estos avances. Algo así como si se montaran ahora en ciertas marcas de coches, en pleno siglo XXI, solo frenos de disco antiguos en lugar de los nuevos sistemas de freno complejos.
Por ello la raza de lidia en este aspecto de la reproducción representa ya para el conjunto de las demás razas de su ecosistema, la locomotora que arrastra muchas y nuevas investigaciones, a la cabecera del tren de la modernidad aunque sus métodos de explotación conserven en parte mucho de lo tradicional que se podía ver incluso hace cientos de años.

Y todo, gracias a la Tauromaquia. El espectáculo artístico más democrático y extraordinario que existe. Y del pueblo.
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