Cuando desde la temporada de 2004 está ocupando uno de los dos primeros puestos del escalafón, no puede hablarse precisamente de casualidades.
Algún misterio tiene David Fandila "El Fandi" para cumplir con ese record.
En una primera instancia, se deduce que ello se debe a que su contratación resulta rentable para los empresarios que le llaman.
Pero si ocurre así, no puede ser más que porque el granadino tiene su público fiel, al que no defrauda nunca.
También en la temporada de 2015 ha mantenido su línea habitual: salir a algo más de dos orejas por tarde contratada, que ya es un baremo de regularidad.
¿Qué le queda por hacer para completar su historia?
Entre otras cosas, dos tardes completamente redondas, incontestables, en Sevilla y Madrid. Es su asignatura pendiente.
En el toreo la estadística no es todo, desde luego. Pero tampoco resulta un factor marginal.
Liderar de manera continuada el escalafón superior, como viene haciendo David Fandila “El Fandi” en las últimas temporadas, tiene un indudable mérito, gusten o no gusten las formas de este torero. Lo importante es que hay un sector del púbico que acude a sus carteles.
Y debe reconocerse que el granadino lleva a su gente a los tendidos, tanta como para hacer rentable su contratación por las empresas. Lo viene haciendo desde el año 2004, que ya ha llovido desde entonces.
De poco vale en este caso ir al viejo dicho de que en el toreo “hay gente pa tó”. Lo de El Fandi es otra cosa, entre ellas la de una personalidad acusada que no encierra sorpresas para quien pasa por taquilla. El que va a verle lo hace con sobrado conocimiento de causa. Pero insiste en ir. En consecuencia, algún mérito habrá que reconocerle, aunque eso sea políticamente incorrecto en términos de la afición que se declara más purista.
Tiene un fondo que le resulta fundamental: sus grandes dotes físicas. En el fondo, El Fandi es todo un atleta. Es lo que le permite no sólo sus alardes en el segundo tercio, sino también el aguantar con frescura la dureza de una temporada muy intensa, que no todo el mundo supera.
Pero a continuación se añade invariablemente aquello de “luego con la muleta baja mucho”. Una valoración al menos discutible.
Desde luego no estamos ante un virtuoso de las artes, que no por eso desconoce sobradamente su oficio. De hecho, ha habido ocasiones, especialmente con la mano izquierda, que le hemos visto torear con profundidad y con temple, hasta gustándose. En su contra trabaja que esas ocasiones nunca han sido en plazas de las que dan peso y fundamento a un torero, tal que Sevilla o Madrid.
Estaría por ver si en el fondo el torero granadino no resulta preso de su propia oferta taurina. Obligado a hacer continuados alardes con los palitroques, el toro predecible de hoy en día llega con menos fuelle al último tercio, con menos capacidad y recorrido para fundamentar un toreo profundo.
Aunque a lo mejor todo es más sencillo: El Fandi ha elegido un modelo y como le funciona, no siente la necesidad de cambiar, de ofrecer algo diferente. No es pensable que con su oficio y sus condiciones le resulta imposible torear con mayor fondo de armario; quizás ni le convenga intentarlo, cuando en 68 festejos ha cortado 155 orejas: una media de más de 2 por tarde.
La temporada de 2015 ha sido un ejemplo más dentro de una sucesión de campañas en los mismos niveles. Para alcanzar ese nivel de contratación, naturalmente tuvo que anunciarse en todo tipo de plazas, porque a base sólo de las de 1ª o 2ª categoría no se suman corridas.
¿Qué le sigue faltando? Una tarde rotunda en Madrid o en Sevilla, donde saque a pasear toda su tauromaquia, que de seguro la tiene aunque un poco escondida por esas versiones menos contundentes del toreo. No será ni el primero ni el último torero que en plena madurez da un paso de esa naturaleza.
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