Miuras para el cierre de un San Isidro con olor a mansedumbre en la inmensa mayoría de las corridas que se han lidiado, con más carne que casta y bravura. Para no ser menos Miura ha soltado un saldo en Madrid del que se puede hacer una excepción, sí, la excepción del segundo toro, de nombre 'Tabernero'.
Este bello ejemplar, de 605 kilos, ha tenido una casta y una codicia como para poner a prueba a todo el escalafón. Al frente se encontró con Rafaelillo, el heredero de los Dámaso Gómez, Manili, Bernadó, Limeño, Ruiz Miguel, en la especialidad de matar este tipo de toro. Y Rafaelillo, sin dudarlo, se echó la muleta a la zurda para fajarse una y otra vez en tandas de naturales al compás de ese pitón izquierdo que exigía más que temple, poderío.
Cada embestida era una oleada de codicia. Rafaelillo tenía siempre encima los dos pavorosos pitones de Escribano. Hubo alguna tanda tan relajada que parecía mentira ante este ejemplar, pero a continuación se producían los muletazos a cara de perro. Una faena recia y pura mal rematada con el acero. ¡Ay Rafaelillo, que manera de perder una oreja de ley!
Al igual que Pérez Mota con un toro de peligro pregonado y el sexto que se quedó corto y nunca se empleó.
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