

Toreó Juan Mora, sobre todo, al natural. Después de los ayudados recios combinados con parones de una inspirada pinturería, los naturales. Y los dio trayéndose al toro de delante, embarcándolo con temple, cargándole la suerte, pasándoselo ceñido, ligando cada muletazo, construyendo dominadoras y medidas cada una de las tandas.
Y luego, los pases de pecho, o las trincherillas, o los recortes echando a tierra la muleta como un desmayo o como un quejío.
El delirio fue cuando rodó el toro. Volvía la plaza a la realidad de los seres vivos después de esa sensación de eternidad que trae consigo el puro arte de torear. Y resulta que apenas habían transcurrido cuatro minutos. Cuatro minutos sobran para engendrar la grandeza del toreo.
Porque el toreo no es cosa de tiempo ni de cantidad.
Joaquín Vidal, extracto de la crónica titulada "Faenón de Juan Mora", de la corrida del 25 de julio de 1999 en la Plaza de Toros de Valencia, publicada en "El País".
Completaban la terna Enrique Ponce y Pepín Liria.
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