La tradición coloca en primer plano –me encuentro entre estos
tradicionales- la que realizó Antoñete, el 15 de mayo de 1966, en la
segunda corrida de aquella feria. Se unieron esa tarde el estilo clásico
del inspirado Chenel con la alegre nobleza y el galope de aquel
“Atrevido”, de Osborne, de pelo “ensabanao” y denominado, simplemente y
para siempre, como el toro blanco.
El mismo Antoñete, en su vuelta, a sendos garzones: el “Danzarín”, de
1982, entre una prolongada lluvia y el “Cantinero”, de la misma divisa,
en el ciclo de 1985, antes de su segunda retirada. Pero aquel
“Atrevido”…
Muchas han sido las faenas grandes de Curro Romero en las fiestas del
patrón de Madrid. En los sesenta fue protagonista de hasta tres salidas
a hombros en el abono. Pero pienso que su mejor labor fue con otro
garzón –Cara rosa- también entre la lluvia y con la mano izquierda, como
base de su labor. Era el 3 de junio del 1981. Ocho años antes había
inmortaliza a aquel Benítez Cubero de nombre “Marismeño” -¡cuántos
cuberos en el palmarés del “Faraón”- en una corrida en la que entró por
la puerta falsa de las suplencias. Todavía, en 1985, hizo una faena de
alto rango: su última oreja en San Isidro.
Antonio Bienvenida, el más querido y esperado en Madrid, estuvo, casi
siempre, mejor fuera de feria que en feria. Para mí su mejor faena
isidril correspondió a la mal llamada corrida del salario de miedo,
denominada así por la veteranía del cartel integrante, y que se
convirtió en apoteosis para un Antonio Bienvenida que se “arrebujó” más
que nunca con un sobrero de Juan Antonio Álvarez. Antonio ese día
compartió el éxito con un reaparecido Pepe Luis Vázquez y un Julio
Aparicio, épico en su casta. El mano a mano del 66 con Romero no lo dejó
en saco roto.
¿Qué decir de Paco Camino, el que más orejas ha cortado en la feria?
¿O
de Santiago Martín “El Viti”, el que en más ocasiones traspasó la puerta
grande? De los múltiples y gloriosos trasteos de Camino, me quedo con
el del sobrero de El Jaral, el 22 de mayo de 1975, día el 22 de mayo de
las faenas grandes, sin olvidar aquel “Serranito”, de Arranz, en el 71.
¿Y El Viti?: Difícil elegir entre muchas. Quizá la de “Indiano”, un
colorao de Garzón, que lo hizo pasar a la historia con su temple
orteguiano, aquella majestad manoletina y un toreo de esencias
belmontinas. Las tres cosas las conjugó el salmantino. Era la feria de
1966.
Antonio Ordóñez o el empaque llevado hasta la última instancia salió
consagrado de Madrid, como novillero, del San Isidro de 1951, al
triunfar con un “santacoloma”, de Felipe Bartolomé. Feria redonda, la de
1952; rendondísima, la de 1968, pero si hay que elegir alguna faena
entre todas, me quedo con la de “Bilbilarga”, de Atanasio Fernández
–feria de 1960- entre un aparato eléctrico de agua, rayos y truenos y
con el colofón de la estocada entregándose, después del excelso toreo.
No olvido el “Comilón”, de Pablo Romero, en el historial de rondeño,
corría 1965...
No hay que dejar en el tintero la excelentísima faena de Rafael Ortega,
en 1967, a un toro de Higuero, el mismo día que Curro Romero, adrede, se
dejó un toro vivo.
No se puede hablar de los “san isidros” de los cincuenta sin recordar al
“Misionero”, de Castillo de Higares, con el que Pepe Luis Vázquez soñó
el toreo. No se puede concebir esta década, en Las Ventas, sin mencionar
otros dos nombres, triunfadores siempre: Julio Aparicio, cuya mejor
labor, pienso, fue con el sobrero de Rodríguez Santana, que estoqueó en
1955.
Dos años después, Manolo Vázquez, hizo pasar a la historia a
“Lagunillo”, de Juan Cobaleda, en triunfo compartido con el citado
Aparicio y Litri. Después mucho tiempo en blanco hasta llegar al mágico
trasteo de Julio Aparicio (hijo) a un sobrero de Alcurrucén, en 1994, y
¡cómo no! los muchos toros cuajados por José Tomás en el trienio de
1997-99, sobre todo otro “Alcurrucén”.
Estas son las faenas que más
huellas han dejado en mi ánimo, en mi gusto personal. Hubo sucesos, con
el advenimiento de César Rincón, las ocho orejas de El Cordobés, las
siete de Chicuelo II, el rabo concedido a Palomo Linares, la corrida del siglo
de 1982, las gestas de Ruiz Miguel, las trayectorias de Andrés y Curro
Vázquez, de Diego Puerta, de Teruel. El “Clarín” de Manzanares, el
“Buenasuerte” de Paquirri, el “Cumbreño” de Capea, el “Cabezudo” de
Ortega Cano, el “Lironcito” de Ponce, el de Victoriano del Río de “El
Juli”, varios toros cuajados por “El Cid”, y antes los Girón, Gregorio,
Ostos, Posada… pero eso es otra historia diferente.
Uno de los últimos artículos de José Luis Suárez-Guanes en Aplausos antes de fallecer en 2017
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