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viernes, 18 de septiembre de 2020

AL TRONCO, NO A LAS RAMAS

Por Santi Ortiz


Pasan los días. La pandemia engorda sus cifras de contagios y muertes muy por encima de las previsiones. Evadido de la responsabilidad, el Pilatos de Moncloa se lava las manos echándoles las pulgas del coronavirus a las Comunidades Autónomas, mientras Dolores Delgado, su presunto “topo” en el poder judicial, transmuta la Fiscalía en bufete de abogados al servicio del Gobierno con el fin de frenar las veinte querellas interpuestas contra éste por su gestión de la crisis sanitaria. Por su parte, el Buscón de Galapagar arenga a sus quintacolumnistas de las redes sociales para que sigan difamando, enlodando, mintiendo, acusando, insultando y creando perfiles de enemigos a conveniencia, sean cazadores, taurinos o políticos contrarios a sus intereses, al tiempo que exige a sus bases mayor sacrificio en beneficio de Podemos, o sea: de su mandarinato.

Pasan los días. Y las gentes del toro continúan sin percibir un euro de las ayudas a las que tienen derecho como integrantes del Ministerio de Cultura; peor aún: nadie se mueve –al menos, con eficacia– para revertir tal situación. El problema es que la fisiología no entiende de política ni discriminaciones y exige su ración diaria para llenar la tripa; como la inclusión social impone disponer de unos mínimos medios con que hacer frente a los gastos que supone vivir y mantener una familia. Mientras, el inepto Uribes y la ministra de Trabajo –la prevaricadora Yolanda Díaz– siguen abismados en un silencio de cara al exterior que, en el caso del primero “olvida” una vez más que los toreros están ubicados dentro de su ministerio y ni siquiera los cita para la reunión que mantendrá con otros sectores culturales, y en el de esta última, hace de su mutismo un sigiloso mandato bajo cuerda para que el grifo de las ayudas permanezca cerrado al toreo.

Son tremendos, inadmisibles, bochornosos, inauditos e increíbles, el descaro, la desfachatez y el cinismo con que se están conduciendo en este caso los responsables de Cultura y Trabajo, con el visto bueno del insomne Pedro Sánchez. Pero más inconcebible me resulta aún la falta de respuesta de las organizaciones que deberían salir en defensa del toreo –que es como decir, de los hombres y mujeres que lo integran–, para hacer valer sus inalienables derechos. Y aquí señalo directamente a la Fundación del Toro de Lidia, que, desde un principio, ha mostrado una tibieza y una pobre implicación en este asunto, totalmente incompatible con el celo y el compromiso exhibidos por ella en otros contenciosos. Esto, por no hablar de sus errores, ya que error considero haber ido directamente contra los SEPE –quienes no dejan de ser meros peones de brega de los jefazos que dan las órdenes– y no contra los verdaderos responsables de este escandaloso desafuero.

Hay que ir al tronco y no a las ramas. El blanco ha de ser quien dicta las órdenes, no los funcionarios que las reciben y las ponen en marcha, obligados como están a hacerlo. ¿Que el tronco es una ministra? Pues, a por ella. Nadie está por encima de la Ley y la acusación de prevaricación en este caso es clara. ¿Que impone enfrentarse a todo un servicio jurídico del Gobierno? Nadie lo duda. Pero ese es el toro que toca lidiar y hay que buscar los medios necesarios para hacerlo. Lo que no podemos es cerrar en falso una herida de esta magnitud, porque a la larga sería fatal para el toreo. Démonos cuenta de que no es sólo el derecho vulnerado de unos profesionales lo que está en juego. Es el desprecio, el ostracismo, el apartamiento del mundo cultural a que están sometiendo al toreo. Insisto: el ninguneo a que lo condenan, implícitamente lo arroja fuera del Ministerio de Cultura, dejándolo en un limbo difuso e inconcreto en el que sólo cuenta para cotizar. Sí, de derecho, el toreo está en Cultura, pero no de hecho, porque así lo ha decidido la recua de enemigos que, con ínfulas progresistas, rebuzna en el Gobierno su aniquilación. Esta puñalada antitaurina no puede quedar impune. Si nos cruzamos de brazos, si transigimos con esta injusticia, estamos hipotecando seriamente el futuro de la tauromaquia.

Señores de la Fundación: Todo lo de fomentar las novilladas con y sin picadores y las corridas de toros en este año terrible, está muy bien, es muy necesario, muy bueno y muy loable; pero con ser esto fundamental, no alcanza en importancia a la arbitrariedad que, desde el Gobierno, se está cometiendo con la fiesta de los toros. De aquí que, todo lo que no sea este asunto, debe quedar relegado a un segundo término. Todo debe subordinarse a paliar la situación a que nos ha conducido la prepotencia de una ministra que se cree impune y la inepcia de un ministro que dice lo que no hace y no hace lo que debe.

Pasan los días. Y con ellos, se desangran las esperanzas de las familias taurinas que lo pasan mal, a medida que crecen sus agobios. Pensando en ellas y en el invierno –infierno– que tienen por delante, su defensa debería convertirse en prioridad absoluta, porque la fisiología no entiende de política; pero también hay que concederle la misma prioridad, pensando en el toreo, porque en este tablero de censores y trepas se juega su futuro.

 

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