Si
desapareciera el toreo, todas las fincas, que cubren más de un 20% de la
superficie de España, cambiarían de uso y la biodiversidad que albergan
desparecería en gran parte, explica el zoólogo y documentalista Fernando López- Mirones.
Es también uno de los pocos naturalistas que no duda en afirmar, en plena polémica de la fiesta taurina, que «las fincas de toros son los mejores santuarios naturales.
Lo mejor que te puede ocurrir si eres una cigüeña negra, un águila
imperial o un lince es que tu casa esté dentro de una de esas fincas. Y
esta paradoja la he descubierto rodando. No estoy opinando, estoy
contando una realidad. A los toros se los maneja a caballo para que ni
siquiera oigan motores, porque les molestan. Nadie caza ni coge setas.
Entre lo que vigila el propio toro y los ganaderos y que esto produce
dinero porque hay corridas detrás, en esas fincas no hay quien se cuele.
Sin embargo, vas a Doñana o Monfragüe y no tarda en aparecer alguien que se ofrece a franquearte el paso de noche para alguna actividad ilegal», denuncia.
Si se elimina el toreo, asegura, no solo desaparecerá el toro de lidia: «Todas esas fincas, más de un 20% de la superficie de España, cambiarían de uso,
y la biodiversidad que albergan desparecería en gran parte. Se
cambiarían los árboles por carreteras y edificios». Asegura con un punto
de ironía que el «medio» ambiente tiene otra «mitad»: «Las cosas, por
muy naturales que sean, hay que mantenerlas. ¿Y cómo mantendremos los
santuarios creados en torno a los toros sin aporte de dinero?», se
pregunta.
Es el guionista de la película documental «Guadalquivir», que acaba de estrenarse y está nominada para los premios Goya. Zoólogo de formación, Fernando López-Mirones (Pontevedra, 1964) está convencido de que el cine es fundamental para dar a conocer la naturaleza, sobre todo a los más pequeños, que tendrán que cuidarla en unos años. El centenar largo de documentales
que ha escrito y dirigido dan fe de que no solo lo cree sino que hace
todo lo posible para lograrlo. Entre ellos, una versión documental de la
película Guadalquivir, de 53 minutos, que «va a salir ya en inglés y no
sé si llegara a España. Se diferencia de la película en que es más científico y no tan lírica como la película, que tiene diálogos más cortos y se hace mayor énfasis en la historia emotiva».
Y
es que, como tantas veces ocurre, Fernando está más valorado fuera que
en su propio país. Sus documentales han sido durante mucho tiempo
adquiridos primero por la BBC o National Geographic antes de llegar a las pantallas españolas. Un paradójico viaje para acabar donde nacieron. « TVE
no participaba. En la película Guadalquivir sí ha entrado», explica. No
obstante, su buen hacer ha recibido varias recompensas. La última, el Sol de oro a la trayectoria profesional en el XX Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente (Ficma) de Barcelona 2013,
el más antiguo del mundo en su género. Su próximo proyecto, una
película de alto presupuesto en Colombia: «El secreto de El Dorado».
Para muchos, incluido el ya fallecido Aurelio Pérez, que fue el naturalista de la serie «El hombre y la Tierra», este biólogo con look de Indiana Jones está llamado a convertirse en el sucesor de Félix Rodríguez de la Fuente:
«Trabajamos con Aurelio en ‘Osos y Madroños’, el primer documental que
hice. Nos enseñó muchos trucos que utilizaba Félix. Me regaló una
caperuza de halcón y me dijo que yo era el siguiente. Me dio una energía
que me dura hasta hoy», resalta.
Además de Félix, que contribuyó a que germinara en Fernando la afición por los documentales, su figura de referencia es el naturalista británico David Attenborough, premio Príncipe de Asturias:
«Es mi héroe absoluto. En mis clases en la Universidad siempre hablo de
él. Tiene 87 años y quiere retirarse pero no encuentra sustituto. Es
ante todo guionista además de zoólogo», explica mientras paseamos por la
campiña que se extiende delante de la población madrileña de El Casar, donde vive Fernando. «Esta es una zona muy especial y extraña, localizada en la confluencia de varios ecosistemas colonizados por el hombre».
Y como todos los ecotonos tiene una gran riqueza de especies. Desde
avutardas, que ofrecen en marzo sus espectaculares paradas nupciales,
hasta lobos.
Es también uno de los pocos naturalistas que no duda en afirmar, en plena polémica de la fiesta taurina, que «las fincas de toros son los mejores santuarios naturales. Lo mejor que te puede ocurrir si eres una cigüeña negra, un águila imperial o un lince es que tu casa esté dentro de una de esas fincas. Y esta paradoja la he descubierto rodando. No estoy opinando, estoy contando una realidad. A los toros se los maneja a caballo para que ni siquiera oigan motores, porque les molestan. Nadie caza ni coge setas. Entre lo que vigila el propio toro y los ganaderos y que esto produce dinero porque hay corridas detrás, en esas fincas no hay quien se cuele. Sin embargo, vas a Doñana o Monfragüe y no tarda en aparecer alguien que se ofrece a franquearte el paso de noche para alguna actividad ilegal», denuncia.
Si se elimina el toreo, asegura, no solo desaparecerá el toro de lidia: «Todas esas fincas, más de un 20% de la superficie de España, cambiarían de uso, y la biodiversidad que albergan desparecería en gran parte. Se cambiarían los árboles por carreteras y edificios». Asegura con un punto de ironía que el «medio» ambiente tiene otra «mitad»: «Las cosas, por muy naturales que sean, hay que mantenerlas. ¿Y cómo mantendremos los santuarios creados en torno a los toros sin aporte de dinero?», se pregunta.
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