No figura entre los damnificados taurinos por la pandemia. Pero debiera estarlo, porque es crucial para que todo intento de recuperación llegue a buen fin. Se trata del sector del periodismo taurino.
El triste cierre de “6Toros” --una publicación que ha sido hasta objeto de una tesis doctoral por la profesora María Verónica de Har-- no ha sido más que un adelanto de lo que puede ocurrir. Sin actividad no hay publicidad y hasta resulta complejo llegar a los kioscos; pero sin ingresos propios no hay medio que pueda defender sus cuentas.
Es cierto que en el mundo online se han multiplicado las iniciativas. Y así, la gestión de las redes sociales que, por ejemplo, ha hecho Miguel Ángel Perera ha sido modélica. Pero eso son loables iniciativas personales no actividades de negocio.
Por otro lado, en los medios convencionales se está generalizando adjudicar a la información taurina la condición del “pagar por leer”, una cultura que en España no termina de aceptarse en suficiente medida, ni en materia taurina ni en ninguna otra. Con lo cual, ni garantiza la viabilidad --como le ocurrió a “6toros” con su excelente edición digital--, ni proporciona el eco social para lo que se publica tenga una adecuada audiencia.
Para salvar la situaciones críticas, desde la Moncloa hoy se práctica la doctrina del manguerazo de millones para salvar a algunos medios informativos, aunque sin la necesaria transparencia. Huelga decir que ahí no están ni por asomo los medios taurinos. No podía esperarse otra cosa cuando ni siquiera pagan sus obligaciones sociales y dejan en el desamparo total a muchísimos profesionales precisamente por ser taurinos; mucho menos harán esfuerzo alguno en este caso. Pero sin ventanas al mundo la Tauromaquia difícilmente sobrevivirá; el compromiso de dotar a la información taurina de un verdadero plan de rescate recae en todos aquellos que amamos la Fiesta.Es cierto que la pandemia ha hecho que todos, mayores y no mayores, se hayan convertidos en asiduos de internet como punto de información. Pero la singularidad de este sistema exige, entre otros elementos, que las redes de fibra óptica y las convencionales lleguen a todos los puntos, algo que no ocurre en muchos lugares, especialmente en la España abandona, tan taurina como siempre ha sido.
Con la excepción de la Agencia EFE –que por ahora no nos abandonado--, de los medios públicos los únicos que apuestan sinceramente por la Fiesta son las cadenas de algunas autonomías, en un encomiable esfuerzo. Pero con las cadenas nacionales, ya públicas ya privadas, todo esperanza es un sueño. Dependemos, en el fondo, del futuro del Canal Toros, de Movistar; su desaparición, o el deterioro de sus contenidos, supondría dejarnos al borde de la orfandad. De hecho, sería muy positivo que el mundo del toro, con altura de miras y no sólo por intereses mercantiles, se implicará más en su desarrollo de esta ventana al mundo para la Tauromaquia.
Hay que reconocer que la información de toros tiene sus costes, porque exige desplazamientos, noches de hotel, etc.; no se puede hacer a base del corta y pega: hay que vivirla in situ. Pero hoy en no pocos medios líderes --las fundamentales, en manos de multinacionales y de los grandes del Ibex-- el lugar de los editores tradicionales, aquellos que daban todo su valor a las noticia, quienes las gobiernan son MBA, gran parte de ellos sabios en balances pero párvulos en información, a nadie le extrañaría que utilizaran el lápiz rojo para aligerar sus gastos, suprimiendo o reduciendo la partida taurina.
Y todo ello, además, cuando la publicidad convencional ha tachado de su lista de medios a todo lo que tenga relación con la temática taurina, como si fuera socialmente maldita.
Si a ello se une la presión, cada día mayor, del animalismo, el panorama no puede pintar bien. Precisamente por eso el sector de la comunicación taurina también precisa de su propio “plan de rescate”, que operando dentro de la ética periodística, garantice su supervivencia, que es hoy crucial. Se trata de un empeño que corresponde a todos los que aman la Tauromaquia.
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