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domingo, 26 de septiembre de 2021

DÉCIMO ANIVERSARIO CATALÁN

 


La prohibición de los toros no mata el sentimiento taurino en Cataluña

Este sábado se cumplieron  10 años de la última corrida de toros en la Monumental de Barcelona, tres meses antes de la prohibición

En julio de 2010, el Parlamento aprobó una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que pedía prohibir las corridas de toros en Cataluña.

 La prohibición entró en vigor el 1 de enero del año siguiente. Tres meses antes, el 25 de septiembre de 2011, ayer se cumplieron  10 años, José Tomás, Juan Mora y el catalán Serafín Marín salieron por la puerta grande de la Monumental de Barcelona, una puerta que no se ha vuelto a abrir para celebrar corridas de toros. La ley ha cambiado Cataluña en esta década. Pero no ha acabado con el sentimiento taurino de los aficionados: la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña sigue activa, organizando viajes, conferencias, debates… También se mueven las distintas asociaciones, algunas, como la peña José Tomás, la del Prat o la de Olot, entre otras, muy activas. Incluso la Escuela Taurina de Cataluña no deja de formar a futuros toreros.

“La ciudadanía ganó en democracia”, considera Leonardo Anselmi, uno de los promotores de la plataforma Prou!, que llevó a cabo la ILP. “Se nos quitó un trozo de libertad”, sostiene Marilén Barceló, hija del torero Luis Barceló y aficionada y estudiosa de la tauromaquia. “Volvimos al exilio, a los viejos tiempos en que íbamos a Francia a ver lo que no se nos dejaba ver aquí”, decía este jueves vía telefónica desde la mismísima Maestranza de Sevilla Paco March, que fue presidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, en referencia a los “obligados” desplazamientos a ferias taurinas, sobre todo, del sur de Francia, las que quedan más a mano.

En 2016, el Tribunal Constitucional anuló la ley pero programar una corrida ha sido inviable. “Se abrieron las puertas, sí, pero el que tenía la llave era Balañá [propietario de la Monumental] y decidió que no iba a forzar al poder político”, denuncia March, crítico de toros de La Vanguardia, que se queja de que ya solo escribe obituarios taurinos. En Olot (la plaza más antigua de Cataluña) se intentó pero no prosperó la iniciativa. Muchos entendidos aseguran que la afición estaba apagada en Barcelona, ciudad que llegó a tener tres plazas de toros en activo (la Monumental, las Arenas y el Torín, en la Barceloneta) y culpan abiertamente al empresario de la plaza de Barcelona de venderse al turismo y de colgar carteles nada atrayentes.

“¡Yo milité en el PSUC clandestino y ahora lo hago en la defensa de las corridas!”, exclama Paco March, ex presidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña

Lo que preocupa ahora a los aficionados son las nuevas generaciones. Barceló se muestra escéptica: “A los jóvenes de ahora los toros les quedan muy lejos, y eso es complicado para transmitir la tradición”, dice. March, en cambio, valora la actitud de muchos jóvenes: “Paradójicamente, junto con la resistencia de los viejos aficionados, los jóvenes son muy activos, como demuestra la peña Unión de Taurinos y Aficionados de Cataluña (UTYAC), en la que destaca una juventud nada casposa que está haciendo mucho por los toros”.

El debate parlamentario de 2010 se politizó. “Se partidizó”, matiza Anselmi. “Nosotros en ningún momento planteamos ninguna visión, ni nacionalista ni del otro lado. Se citó a muchísima gente, tanto independentistas taurinos como nacionalistas españoles antitaurinos”, recuerda. Pero el tema se fue de madre: “Parecía que ser taurino era ser de derechas”, se queja March. “¡Yo milité en el PSUC clandestino y ahora lo hago en la defensa de las corridas!”. El periodista considera que actualmente la politización interesada hace daño a la afición: “No podemos permitir que se la apropien algunos”, explica. “Que partidos como Vox hagan bandera de los toros no es bueno”. De hecho, recuerda Anselmi, “es significativo que las primeras negociaciones que planteó Vox en Andalucía fueron sobre la caza y los toros”.

Otro mito que quieren destruir los taurinos es el del nacionalismo: “Santi Vila [que fue consejero de la Generalitat de Cultura y también de Territorio] tenía la medalla de la Federación de Entidades Taurinas de cuando fue alcalde de Figueres”, afirma March. “Cómo él, muchos asiduos a los toros luego se escondieron”. Y, para romper este sambenito, cita las ferias taurinas de la Cataluña francesa donde en Ceret, por ejemplo, la cobla sardanista interpreta Els segadors antes de cada corrida y La Santa Espina, entre los aplausos de toda la plaza, antes del último toro de cada corrida.

“Ganamos en democracia”, dice el antitaurino Leonardo Anselmi. “Nos quitaron un trozo de libertad”, sostiene la aficionada Marilén Barceló

Barceló, que ahora es regidora de Barcelona pel Canvi, lo tiene claro: “El debate se politizó”, dice. “Y admito el buen trabajo de algunos antitaurinos que hablaron con cierto conocimiento del respeto al toro y a todo su ecosistema”. Anselmi, que también reconoce algunos argumentos de la otra parte, se siente orgulloso de aquel debate, que considera democrático y enriquecedor: “Se escribieron las biblias del discurso antitaurino a través de comparecencias de profesionales de la ética, de la veterinaria, del derecho, de la filosofía, de la cultura… Y todo este conocimiento se ha puesto al servicio de otros países del mundo en estos años”. March, en cambio, recuerda con tristeza las intervenciones de algunos antitaurinos: “Hubo momentos en que aquello parecía el museo de los horrores”.

Pero la vida sigue igual en Cataluña. A los antitaurinos de corazón todavía les quedan asignaturas pendientes aunque van avanzando: “El debate sigue abierto: correbous, caza, circo con animales (algo que en 2015 conseguimos que se eliminara en Barcelona)... Los taurinos se aferran a la tele y a los viajes para disfrutar de su afición. Y, a veces, soportan ciertas “afrentas”: “Una empresa vegana de Barcelona alquiló la Monumental para presentar sus últimas novedades alimenticias. Ha sido, de momento, la última traición de Balañá”, sentencia March.

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