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lunes, 6 de febrero de 2012

Inversión en imagen

Cada vez me asombra más la irresponsabilidad casi infantil con la que los taurinos están afrontando un momento tan trascendental para la fiesta de los toros como el que nos ha tocado vivir.
Uno piensa que quizá su soberbia, esa sensación tan deleitosa de creerse inmortal e intocable, o quizá su absoluta ignorancia sobre los gustos y preferencias de la sociedad actual, les impide mover un solo dedo por el toreo si no es porque hay posibilidad de trinque y mamandurria o porque existe algo dorado que arramblar.

Y de no ser porque la situación resulta patética en grado excelente, uno podría sentir cierta ternura observando este patio de colegio en el que cuatro niñatos malcriados se dan de tortas por el bocadillo que lleva el gordo de la clase, mientras el chivato se chiva, el enclenque llora, el grandón acobarda y amenaza con lo del te-tragas-el-balón y uno que ya ha recibido se sorbe los mocos mientras grita aquello tan manido del ya-no-te-ajunto.

Este es el taurineo patrio, el insensato e imprudente colectivo de profesionales del toreo que anda a tortas entre sí por un par de monedas mientras mentes maliciosas les andan hurgando en la cartera. O traducido:

Un tío de la Chunta compara la tauromaquia con los campos de extermino de Auswich y otro nacional-socialista menta la Legión para que defienda al toreo en la prohibicionista Cataluña, y ellos, en su absoluta necedad, van dejando hechas jirones las primeras ferias del año por sus puñeteros intereses, las amenazas empresariales y represalias varias, y ¡qué leche!, por sus cojones. Y todo para mayor gloria de los inteligentes antis.

Y luego querrán que vayamos a Valencia y Castellón para ver sus mezquinos y anodinos festejos, desearán que nos apasionemos con sus famélicos carteles y anhelarán que paguemos bien caras sus entradas para que su negocio, el de toreros, ganaderos y empresarios varios, pueda subsistir. Uno comienza a pensar que se lo metan por donde más duele.

Están perdiendo una batalla definitiva que no tendrá vuelta atrás si la pierden: la batalla de la opinión pública. A eso se dedican quienes no quieren la tauromaquia. Lean, mis adorables taurinos, lean cómo respira la calle y por dónde se mueven las redes sociales. Y si de verdad aman esta forma de vida, que sin duda es especial, mágica y única, comiencen a ganarse primero el respeto de los aficionados y más tarde el del resto de la gente. Y eso se hace invirtiendo en imagen, no solo cobrando por ella.


Fdo: Francisco Belmonte

1 comentario:

Unknown dijo...

Chapeau!!Sí señor, esa es lo que está ocurriendo. Y como muy bien dice en su post, el respeto se gana invirtiendo en imagen y no solo cobrando por ella.
Saludos cordiales