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viernes, 1 de junio de 2012

Para un torero grande.






  El día 29, en la Plaza Monumental de Las Ventas, se cortó la coleta al término de la corrida un torero irrepetible: Julio Aparicio, para mí -aunque sé que a él le gusta poco que así se le llame- Julito.

Se cortó la coleta en el único acto de verdadera dignidad y torería de toda esta lamentable Feria del 2012. Y se nos va uno de los toreros privilegiados en arte, gracia, luminosidad y "pellizco" que ha dado el toreo en las últimas décadas. Tocado por esas "gotitas" sublimes que según el siempre recordado y único Rafael de Paula, "Dios...deja caer sobre muy pocos, pero grandes creadores". De cualquier arte.

La emoción que hoy siento, no me permite extenderme demasiado en esta nota. Ni quiero hacerlo. Sólo señalar algunas pequeñas o grandes cosas.

Fue Aparicio un novillero absolutamente excepcional, el mejor que yo he visto nunca, en finura, estilo, y gracia pura sevillana. En alegría de cante chico y hondura de cante grande.

 Recordaremos siempre aquella mañana en la Maestranza sevillana del casi niño Julito. Pura gracia angelical, sublimes maneras.
 Hasta llegar a su época de matador de toros -gran matador por cierto- y comienzan sus grandes tardes... y sus ciertas desigualdades, pero siempre en gran torero.
 Después de tardes cumbres en casi todas las primeras Plazas de España, llega a Madrid un 18 de Mayo de 1994, tarde que resulta inevitable señalar por su faena única al toro Cañeco de Alcurrucén. Este día significó su consagración definitiva, sobre todo para el gran público: los visionarios del toreo, ya lo sabíamos desde aquella transparente mañana sevillana.

Prefiero casi pasar por alto un hecho trágico, pienso que muy definitivo en su vida: la horrible y diabólica cornada que le atravesó el cuello un 21 de Mayo del 2010 en Madrid, cornada proporcionada por un toro de Juan Pedro Domecq, ¡asesino de poca casta, y peor sangre! Me hubiera gustado que  a Julio Aparicio le hubiera cortado la coleta un torero, un torero de verdad. No podré olvidar nunca la frívola y estúpida sonrisa disimulada del Fandi cuando realizaba este mítico acto. Recuerdo que su alternativa en Sevilla la recibió de las manos mágicas de Curro Romero, por ello me da tanta tristeza haberlo visto terminar en esas otras manos sin ninguna significación, ni en el toreo, ni en su vida personal.


Recuerdo siempre a su padre el gran Julio Aparicio, primerísima figura del toreo y uno de los más poderosos y completos entre los más grandes de su época.

Recuerdo a su Malena, madre del torero, desaparecida hace pocos meses. Grandiosa Malena, tan querida y eje vital de todos los suyos, además también de gran artista.

Y quiero terminar -aunque me salga de mi estilo, porque el hecho lo merece- dándome el gran gusto de hacer un gigantesco "corte de manga", digno de Fellini por su enormidad, a todos aquellos que le tiraron almohadillas a Julio Aparicio en la primera Plaza del mundo: Monumental de Las Ventas. Almohadillas tiradas durante el acto y después del corte de coleta. ¡Va por ellos...!

Y para un torero grande, Julio Aparicio, Julito, mi admiración de siempre, mi solidaridad, y mucha suerte en la vida... haga lo que haga. Fue un torero, un torero de los más grandes, es un torero. No dejará de serlo nunca. Tiene alas... "para volar sobre las nubes, y contar las estrellas de una en una". Y esas alas no se las ha cortado nadie. Gracias torero.
Fernando Bergamín Arniches.





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