Pasó . Y pasó sin que ocurriera nada. Preocupante balance, que nos equivocaríamos si todo él se anotara en el debe de la empresa Taurodelta. La empresa tiene su parte de responsabilidad, pero también las figuras debieran asumir su parte, que a la postre son quienes, cuando están en condiciones de hacerlo, condicionan la composición de los carteles y la selección de las ganaderías. Pero cuando lo más relevante, prácticamente lo único, de la feria ha sido la heroicidad de Castella, como muy bien ha dictaminado el Jurado de los premios, habría que preguntarse que ha sido de los demás.
Pendientes ahora del desarrollo de esa especie de segunda convocatoria que se concede a los alumnos poco aplicados, que eso es lo que supone la desafortunadamente denomina feria del Arte y la Cultura, lo que es propiamente la feria de San Isidro se ha cerrado con un balance más que pobre. Y no es eso una mera cuestión valorativa a vuela pluma: nos guste mas o menos, resulta ser el resultado real de lo ocurrido durante 24 tardes consecutivas en la que sigue siendo la primera Plaza del mundo.
Resulta muy comprensible que la Empresa –-la de hoy o cualquier otra—busque agrupar en un abono una serie de corridas, que dadas en solitario a lo largo del verano tendrían muchísimas menos aceptación en la taquilla. Nadie en su sano juicio puede pretender que un gestor organice sus actividades desde la certeza de que trabaja a pérdidas. Y tal como han evolucionado los gustos sociales, y la propia situación económica, resulta un hecho incontrovertible que los espectáculos unitarios, esto es: fuera de ferias, tienen una aceptación sensiblemente menor, salvo casos muy excepcionales, el principal del cuales lleva por nombre José Tomás.
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Si nos ceñimos ya directamente en lo que este ciclo isidril nos ha dejado, la realidad es que ha sido bien poco. Si lo más destacado de esta feria ha sido la heroica actuación de Sebastián Castella, sin restar mérito alguno al torero --que tuvo muchos-- hay que concluir en algo más que una simpleza: nada más relevante ocurrió en Las Ventas. O lo que es lo mismo: pocas sorpresas nos depararon las figuras, los ganaderos y demás.
Junto a la decisión de las figuras de no venir a Madrid --caso de Ponce-- o de reducir al mínimo su número actuaciones en Las Ventas --caso del resto--, el elemento fundamental que todo lo ha condicionado recae en el factor ganadero.
Y aquí la realidad es incontestable: el recurso abusivo a un monoencaste domecq, en su versión disminuida además, ha dado al traste con demasiadas esperanzas. Se ha asistido un larguísimo serial de corridas sin fundamento precisamente por eso: toros cortados todos por el mismo patrón, ese en el que la bravura y la casta ha sido sustituida por la docilidad. La prueba evidente es que cuando nos hemos salido de es línea ganadera, las corridas habrán sido mejores o peores, pero desde luego han sido diferentes.
Cuando algunos criadores –justamente lo que no están en ese monoencaste—reclaman la atención y la promoción de la generalidad de los encastes ganaderos, nos equivocaríamos si pensáramos que lo que trata es de colocar sus camadas. Alguno habrá que lo haga por ese motivo, aunque solo sea por eso de que aquí “hay gente pa´to”. Pero los que son serios lo afirman porque cerrar el paso a la diversidad del toro bravo, supone un retroceso que
está llevando a situaciones que a punto están de ser irreversible.
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Resultan preocupantes las reticencias que levantan hoy ganaderías buenas como las de Alcurrucen o la de Fuente Ymbro que, sin andar en el sendero de las vacadas mal llamadas toristas, sí se han preocupado de subir los barómetros de su encastamiento.
Pero ahí está la composición de los carteles que se anuncian con estos hierros; compárense con lo que ocurría con las mismas ganaderías hace cuatro años y se comprobará la diferencia.
Por eso, a la hora de hacer balance de esta feria buena parte de la responsabilidad de sus pobres resultados hay que anotarlo en los desaciertos de la selección de ganaderías, un factor que anda a caballo entre la Empresa, que lo permite, y las figuras, que cuando pueden lo imponen.
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Lo curioso es que en aras de estas supuestas comodidades, luego son las figuras las que sufren las consecuencias. Y ahí está como prueba de cargo el muy pobre paso por Madrid que han tenido. Y aquí una de dos: o es que lo que quieren es quitarse de en medio cuanto antes el compromiso de Las Ventas, desde la certeza de que ocurra lo que ocurra de nuevo les llamarán el año próximo; o es que no quieren ver la realidad, quizás mal aconsejados y peor administrados.
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