Sevilla, en su plaza de toros, ha acogido a lo largo de sus siglos de historia clamores y descalabros. Ésa es, en definitiva, la grandeza del toreo. Y más grande aún si acontece en el ruedo del Baratillo, en ese albero traído de Alcalá de Guadaíra que confiere a todo el conjunto un color distinto al de cualquier coso.
La plaza de toros de Sevilla está jalonada de extraordinarios estruendos propiciados por el triunfo incontestable de quienes han sido capaces de elevar a las cotas más insospechadas el llamado arte de Cúchares. Toreros que vinieron a glorificar el templo del toreo por excelencia y que han dejado su nombre marcado con letras de oro.
Los triunfos, evidentemente, no siempre vienen acompañados de orejas y rabos, pero éstos son un indicativo de que lo que aconteció entre toro y torero fue digno de ser recordado con estos premios.
Sin embargo, no siempre fue así y las faenas gloriosas, hasta la primera década del siglo XX, no obtenían el refrendo de los apéndices. Baste señalar que la primera oreja que se concedió en la plaza de toros de Sevilla la obtuvo José Gómez Ortega «Joselito el Gallo», el 30 de septiembre de 1915 lidiando una corrida en solitario. Al año siguiente sería su hermano, Rafael «El Gallo» quien obtendría por vez primera las dos orejas de un toro.
Datos que compiló de manera magistral el escritor y periodista sevillano –aunque nacido en la pacense Olivenza- Filiberto Mira en sus libros «Medio siglo de Toreo en la Maestranza» y «Cien años de Toreo en Sevilla», ambos editados por Ediciones Guadalquivir.
El primer rabo
Pero, ¿cuándo se concede el primer rabo en la plaza de toros de Sevilla? Habrá que esperar al 1 de mayo de 1919. Su destinatario,Juan Belmonte, «El Pasmo de Triana». Un trofeo inusual que, en años venideros, se otorgaría de manera extraordinaria y que, a mediados de los años 50 del siglo pasado comenzó a escasear, otorgándose de vez en vez.
Si Juan Belmonte inauguraba este singular trofeo, es el trianero el que más veces paseó este apéndice táurico en el coso del Baratillo. Se han concedido, hasta la fecha, un total de 48 rabos a matadores de toros, con 10 rabos. Baste señalar que en 1925, por ejemplo, cortó tres en tres corridas distintas. Y en 1927 obtuvo en una tarde, el 29 de septiembre, cuatro orejas y dos rabos.
Otro dato a tener en cuenta. El 18 de octubre de 1936, en una corrida homenaje al Ejército Nacional a la que asistió el general Queipo de Llano, se cortaron hasta cuatro rabos por Juan Belmonte, Manuel Bienvenida, Domingo Ortega y Pascual Márquez.
En este palmarés, tras Juan Belmonte se sitúa, con seis rabos, Manuel Bienvenida, hermano de Antonio. El genial Manuel Jiménez «Chicuelo» obtuvo un total de cuatro mientras que Pepe El Algabeño y Domingo Ortega obtuvieron dos. Hablamos de los años 20 y 30 del siglo XX
Referíamos antes que a partir de los años 50 comienza a decrecer el número de rabos que se concedían en Sevilla. En 1954 el venezolano César Girón cortaba en la Feria de Abril dos, los días 27 y 29 de abril. Dos años más tarde era Rafael Ortega, el de la Isla de San Fernando, quien lo obtenía de un Miura.
Elegidos
A partir de ese momento, y hasta la actualidad, sólo tres rabos más: el 20 de abril de 1964 lo obtenía Manuel Benítez «El Cordobés» de un toro de Carlos Núñez –el presidente Tomás León, currista empedernido, sacaba los tres pañuelos a la vez-; Diego Puerta en la feria de Abril de 1968 a un toro del Marqués de Domecq, y Ruiz Miguel, a un Miura, en el ciclo abrileño de 1971. Ha sido ésyte, por ahora, el último rabo concedido a un matador de toros en el coso del Baratillo.
Una lista extraordinaria de diestros que cuentan con el honor de haber cortado un rabo, al menos, en Sevilla, entre los que hay que incluir a Domingo Ortega, Manuel Rodríguez «Manolete», Marcial Lalanda, Antonio Márquez y el mexicano Armillita, entre otros. Ellos forman parte de ese estruendo del triunfo.
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