En el toreo he buscado expresar lo que sentía, unas veces me salía bien y otras no, pero lo que yo sentía es lo que trataba de hacer. En unos sitios he llegado a la gente más y en otros menos, pero cuando se hace el toreo puro, lo mismo el que sabe que el que no sabe, lo ve y te lo agradece porque lo bueno lo ve todo el mundo.
Recuerdo mis faenas buenas y el público que las vio también.
Con los años que ya tengo, todavía voy a Madrid y me recuerdan las faenas buenas que hice, que salí hasta siete veces por la puerta grande, igual en Algeciras y en Barcelona que toreé al toro Daguero y en Sevilla que he cortado dos rabos y toreé también un Miura muy importante que no le corté las orejas porque se lo había brindado a Bejarano y le quise matar recibiendo y le pinché dos veces.
La pureza es lo que queda, es lo que se recuerda, el toreo puro no es monótono, lo monótono es lo otro.
Rafael Ortega (San Fernando 1921, Cádiz 1997). Uno de los grandes del arte de torear.
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