Que se sigan dando pasos hacia la formación de dos bloques empresariales más que hegemónicos, diría que dominantes de la gestión taurina, dos amos, dos, si no es de preocupar ya, sí invita a estar atentos.
Está claro que no hay alegría que un mes dure.
Que Cáritas desde una posición del papanatismo imperante y cobardón, eso que llaman corrección política o buenismo, le rechace una aportación a un grupo de chavales argumentando que no quieren identificarse con la Tauromaquia no es más que el reflejo de la condición bobalicona y cómoda en la que están instalados los cargos y carguillos de este país y advierte de la debilidad del hilo del que pende el toreo.
Han rechazado el dinero de los toros, sobrados ellos, como si no hubiese necesidades que cubrir. Su decisión equivale a cuestionar su propia existencia y no digamos su sensibilidad social. La postura en realidad habría que llamarla deslealtad a los propios necesitados. Por otra parte, la Iglesia Católica de la que depende Cáritas, parece haber olvidado todas las veces que el toreo ha salido al paso de unas necesidades que ella no cubría o no apetecía cubrir con sus tesoros.
Que lo haga desde Salamanca, donde tantas raciones se han servido a los necesitados de las Hermanitas, pertenecientes a la misma Iglesia que Cáritas, donde tantas decenas y decenas de festivales benéficos se han organizado, adentra la cuestión en el territorio de la desvergüenza.
Metida la pata, las altas instancias de la misma entidad han querido disimular el absurdo y tampoco han ido mucho más allá. Demasiadas líneas les he dedicado. ¡Ah! Preocúpense de los animalitos, no está mal, pero no olviden a los vecinitos.
Son palabras de Francisco. Y él es Papá.
Por José Luis Benlloch
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