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sábado, 30 de septiembre de 2017

Un gran Miguel Ángel Perera por la Puerta Grande

FERIA DE OTOÑO 
 El primer toro del Puerto de San Lorenzo  seguro que Miguel Ángel Perera lo recordará el resto de su vida. Sí, lo recordará porque su infinita clase, su infinita bondad, su embestida humillada haciendo, literalmente, el avión, le sirvieron en bandeja a Perera los resortes para cuajar su más rotunda faena en Madrid desde aquel 6 de junio de 2008 cuando se encumbró con un toro excepcional de Núñez del Cuvillo.
Esta vez Perera se alejó de la trampa de la patita retrasada, la distancia abusiva y el muletazo lineal para embraguetarse de verdad y bordar con el toreo al natural, barriendo la arena con los vuelos del engaño y con el toro cosido a la panza del engaño. Fue un monumento a la suerte fundamental del toreo de muleta. Sobre la derecha templó de verdad aunque hubo algún coqueteo con la facilidad. El final entre muletazos sin solución de continuidad, una borrachera entre los pitones. Mal con la espada perdiendo las dos orejas, pero hubo un trofeo.
La segunda oreja, muy discutible, lo cortó el cuarto, otro toro de enorme fijeza, al que lució de largo con generosidad y luego ligó en un palmo de terreno. Faena exigente que rompió al del Puerto, rajado del todo. La puerta grande se le abrió, con protestas, pero a Perera le abre a la vez una vía de cotización alta con el refrendo de Madrid.
Juan del Álamo salió noqueado ante un lote, especialmente el quinto, con mucha guasa, al que mareó sin argumento. López Simón pudo enderezar su tarde en el sexto que metió la carea por el pitón derecho, y el torero de Barajas hasta ligó algún redondo notable, pero no redondeó, quedándose a mitad del camino.

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