TODO LO QUE HIZO Miguel Ángel Perera con cada uno de sus toros tuvo sentido, carácter y acierto. Ni un capotazo de más, aunque sorprendiera, de partida, su empeño personal por fijar al primero de los seis toros del Puerto, una mole de 600 kilos que había asomado dormido, al paso y oliscando.
En su busca se fue Perera para desperezarlo y entenderse con él desde el primer lance de mera brega, primero de una serie de seis. En ellos sorprendió la elasticidad del toro, que se soltó del sexto. Y volvió a soltarse de otro sexto de todavía una segunda tanda de manos bajas que no violentó sino que pareció ahormar al toro, la cara arriba en dos varas y suelto de las dos. Juan del Álamo quitó por chicuelinas, tres, y dos medias bien tiradas. En lo que fue inequívoca declaración de intenciones, Perera replicó con un logrado, redondo quite mixto por chicuelinas y tafalleras, y media de remate. Lidió en banderillas con categoría Javier Ambel, y Curro Javier y Barbero prendieron tres pares sencillos peor brillantes. (COLPISA, Barquerito)




Eso fue proemio de un trabajo de supino y desenfadado aliento, pues, sintiendo tal vez que el toro respondería pero sin la entrega ni el poder del primero, Perera optó por el toreo en distancia, distancias aparatosas, para abrir tandas a veinte metros o más, aguantar firme la primera reunión dando siempre el medio pecho y ligar cinco, seis series sin un solo enganchón ni pasó atrás, deleitándose Perera en los cambiado en semicírculo y teniendo el toro en la mano en todas las bazas. Incluso cuando el toro trató de seguir al pasito la estela del torero, y Perera le consintió como si fueran de paseo juntos.
El final, breve, fue de traca, pues hubo que ir a buscar de nuevo al toro, que se soltaba, y fijarlo. En la suerte contraria un pinchazo, y una estocada soltando el engaño, que fue letal. Y a hombros por la puerta grande. No había otra manera de coronar una tarde tan redonda. A nadie ha engañado nunca el toreo de Perera, Ni fingimientos ni concesiones ni renuncios. Solo que hacía tiempo que no se le veía en Madrid torear tan a modo dos toros del Puerto y del encaste Lisardo.
El efecto de la segunda faena fue el mismo que el de la primera. Estimulante pero devastador. Juan del Álamo se precipitó al irse sin pruebas a la distancia con un quinto monumental de 640 kilos que se movió como si pesara apenas 500 y se atragantó al ponerse por la difícil mano izquierda. Mató de gran estocada. Con López Simón estuvo muy entregada una parte del público que jaleó y subrayó con el mismo fervor los altos y los bajos, la lógica y los caprichos de una faena en tobogán con un toro deslumbrado que, después de haberse pasado los dos primeros tercios buscando puertas, se empleó en los medios con notable estilo. Una caja de sorpresas la corrida del Puerto.
Sábado, 30 de septiembre de 2017. Madrid. 6ª de la feria de Otoño. Veraniego, las banderas a plomo. 21.000 almas. Dos horas y media de función. Cinco toros de Puerto de San Lorenzo (Lorenzo y José Juan Fraile) y un sobrero -3º bis- de Santiago Domecq. Miguel Ángel Perera, oreja tras un aviso y oreja. Juan del Álamo, silencio y silencio tras aviso. López Simón, silencio tras aviso en los dos. Brega notable de Javier Ambel con el primero y Domingo Siro con el sexto. Pares brillantes del propio Ambel, Curro Javier, Guillermo Barbero y Jesús Arruga. Buen papel de Javier Gómez Pascual –segundos pares, puntilla, quites y cortes- como tercero.
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