EL TORO, POR LOS CUERNOS - ANTONIO LORCA
Casi todos han sido acertados, sin duda, y algunos, también, exagerados por el apego nacional al ditirambo cuando se trata de despedir a alguien de este mundo.
Legendario, trascendental, referente, inolvidable, único, revolucionario, emprendedor, rey, símbolo, irrepetible, diferente, auténtico, grande, íntegro, genio, pícaro, inmortal, visionario, carismático, ejemplar, intuitivo, inteligente, sagaz, autodidacta, sabio…

Victorino ganó prestigio y dinero; honor y gloria. Fue el más envidiado y el más respetado…, pero también un incomprendido, alguien que predicó en el desierto taurino, y el más conspicuo representante de un fracaso colectivo.
Victorino no consiguió revolucionar la fiesta, ni ganar la guerra al sistema, ni que las figuras lidiaran sus toros


Su filosofía es -o debiera ser- el evangelio ganadero; dijo verdades como puños, máximas que son los cimientos de la necesaria e imprescindible revolución, pero ahí quedan, sin aplicación práctica por los siglos de los siglos.
Victorino perdió el pulso con las figuras, con los ganaderos y con el público.
Muchos de los que lamentan su muerte lo consideraron un advenedizo, un soberbio, y un paleto, en la peor acepción del término, y trabajaron de manera incansable para que sus postulados no se extendieran. Y lo consiguieron.
Las figuras no quieren ni oír hablar del toro encastado y fiero; los ganaderos optaron hace tiempo por el animal noble y tonto, y los espectadores solo quieren diversión y orejas.
Muchos de los que lamentan su muerte lo consideraron un advenedizo, un soberbio y un paleto
Afortunadamente, ha existido Victorino para que el aficionado pueda gozar con el toro de verdad; pero es una verdadera pena que sus enseñanzas no hayan servido para cambiar la fiesta de los toros.
Muchos de los que han mostrado estos días su pesar por la muerte del ganadero optaron hace tiempo por otra fiesta más liviana, más dulzona, más cómoda, en la que Victorino no tenía lugar. En el fondo, no dejaba de ser un personaje molesto por sus triunfos y porque no tenía pelos en la lengua.
Por eso, Victorino es el paradigma del éxito personal, y el más conspicuo representante de una frustración colectiva, la de la fiesta, la del toro, la de la tauromaquia…Por fortuna, quedan sus toros y sus hijos, un tesoro que ojalá perdure en el tiempo.
Y quedan para el recuerdo algunas perlas de las muchas que Victorino Martín Andrés regaló a lo largo de su vida ganadera, y que un buen aficionado no debiera nunca olvidar:
- “Sin toro no hay fiesta”.
- “Creo que muchos de los que dicen que aman la fiesta como a su propia madre quieren poco a su madre”.
- “La obligación del ganadero es criar un toro bravo que dé espectáculo y emoción”.
- “¿Quién manda en la fiesta? El torero, que es quien impone sus criterios y sus gustos”.
- “Los antitaurinos no me preocupan; el mayor enemigo del toro está dentro”.
- “Los males de la fiesta se solucionan con un toro de verdad”.
- “El toro bravo tiene que ser agresivo y fiero, y no bobalicón, como el de la actualidad”.
- “El toreo mantiene valores que la sociedad ha perdido”.
- “Para ser buen ganadero hay que ser buen aficionado”.
- “Mucha gente, incluyendo a los que están en el periodismo, no saben lo que es un toro bravo. Yo no me divierto con el toro-burra”.
- “Actualmente, se está timando a la gente”.
- “¿Por qué los toreros aguantan tanto? ¿Por qué siguen toreando matadores tan mayores? Pues es bien sencillo, porque se están lidiando toros que no son tales, que no valen".
Palabras de buen aficionado. Palabra de un genio elogiado, pero no aceptado. Palabra de Victorino Martín, un ganadero mítico.
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