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sábado, 4 de mayo de 2019

NOTAS MAESTRANTES


     Por Santi Ortiz.
Son cinco, no seis.

Resultado de imagen de “salir por la Puerta del Príncipe”
     El jueves, 2 de mayo, El Juli conseguía su quinta salida por la Puerta del Príncipe tras cortar tres orejas de la corrida de Garcigrande.
 Sin embargo, como estamos en época de desmesuras, obsesionada con batir records, porque todo nos parece poco, la prensa taurina ha caído en el error de proclamar como sexta esta última salida a hombros, cuando la sexta –que no dudo podrá llegar un día u otro– aún está por venir.


     La cosa no deja lugar a dudas. ¿Qué significa “salir por la Puerta del Príncipe”? Nada más y nada menos que un torero salga de la plaza en hombros de los aficionados y así atraviese ese pórtico de la gloria que es la puerta grande de La Maestranza. Si sale, se cuenta.
 Si por las causas que sean no sale, no se puede contar.
 Ya puede haber hecho todos los méritos para abrirla, que si no sale bajo el dintel de la del Príncipe, no puede computarse y punto.
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     El Juli salió por primera vez por dicha puerta el 16 de abril de 2010, tras cortar tres orejas a las reses de El Ventorrillo que le correspondieron.
 Al año siguiente volvió a abrirla, el 29 de abril de 2011.
La tercera ocurrió el Domingo de Resurrección –31 de marzo– del 2013.
Resultado de imagen de “salir por la Puerta del Príncipe”
 La cuarta tuvo lugar el año pasado, cuando el 16 de abril  de 2018 cortaba dos orejas de su primero y luego indultaba al garcigrande “Orgullito” y la quinta y última –tan justa como justita– el jueves pasado ( 2019 ).

Resultado de imagen de juli y orgullito
     ¿De dónde sale la sexta?

 De un cómputo erróneo, recogido en la página web de El Juli y del que se han hecho eco los periodistas poco meticulosos, que incluye en la cuenta la de la tarde del 23 de abril de 1999, en la que el torero cortó las tres orejas que necesitaba para abrirla.
 Pero no la abrió, porque “Ostrero”, último jandilla de la suelta y al que cortó las dos orejas, le infirió una cornada que lo hizo abandonar el ruedo por la puerta de la enfermería. 
Ese día salió por ella, no por la otra; luego, no cabe contarla.


Imagen relacionadaResultado de imagen de José María Susoni en sevilla     Cortar tres orejas es condición necesaria, pero no suficiente para abrir la Puerta del Príncipe.
 Para decir que se ha abierto hay que salir por ella. Yo he visto a Paco Ojeda de novillero cortar tres orejas en Sevilla y no abrirla, y a José María Susoni, que fue matador de toros y ahora trabaja para la empresa Pagés, cortar tres orejas en una novillada y abrir la Puerta del Príncipe y otro día cortar otras tres y no abrirla. ¿Qué pasa? 
Resultado de imagen de César Girón en 1954Por cortar tres orejas, ¿hay que contar como salidas las que no sucedieron? 

Voy a añadir un ejemplo más: César Girón en 1954 consiguió la hazaña –jamás lograda por torero alguno– de cortar dos rabos en cuarenta y ocho horas en La Maestranza, y por distintas causas… ¡no salió nunca por la Puerta del Príncipe!

     Dejemos, pues, las cosas en su sitio y hagamos las cuentas con corrección para no equivocar a la gente.
 Y si El Juli ha salido “únicamente” –pongo las comillas con total intención, pues ese número no ha sido alcanzado por la inmensa mayoría de los toreros que son o han sido– cinco tardes por la puerta soñada, no hay que hinchar la cosa añadiendo eventos que jamás sucedieron. 
Ni a El Juli ni a su historia le hacen ninguna falta.


                   ¡A ver quién corta ahora un rabo en Sevilla!

     Si después del faenón de Roca Rey a “Encendido”, el último cuvillo de la tarde del viernes , 3 de mayo, rubricada con la que, para mí, es hasta ahora la estocada de la Feria, no fue atendida la insistente petición de rabo que mayoritariamente demandaba el público, díganme quién es el guapo que, a partir de ahora, es capaz de cortar un rabo en La Maestranza sin caer en el agravio comparativo.

Resultado de imagen de La Maestranza: rabo de ruiz miguel,Resultado de imagen de La Maestranza: rabo de  El Cordobés, en el año 1964Resultado de imagen de La Maestranza: rabo de diego puerta, en el año 1964
     Yo he vivido los tres últimos rabos que se han concedido a toreros de a pie en La Maestranza: el de El Cordobés, en el año 1964; el de Diego Puerta, en el 68, y el de Ruiz Miguel al miura de 1971.
 Ahí se para la cuenta.
Y puedo asegurarles que ninguna de las tres faenas fue mejor que la de Roca Rey, ni sus estocadas más contundentes, porque la del diestro peruano logró que el toro saliera prácticamente muerto de los vuelos de la muleta. ¿Por qué entonces sí y ahora no?
 A veces, creo que el logro o no de tan extraordinario galardón está más en la personalidad del palco presidencial que en lo excepcional que haya ocurrido en el ruedo. No se me olvida que don Tomás León sacó los tres pañuelos a la vez para premiar a El Cordobés, y eso que, en aquella época, a Manuel Benítez lo esperaban en Sevilla con los pitos afilados y diciendo que un “charlot” como él no podía triunfar en La Maestranza.

     El día de Roca presidía la corrida don Fernando Fernández-Figueroa y es curioso señalar que, ante la petición, había en el tendido quien de primera hora afirmaba que no concedería el rabo.
Resultado de imagen de Juan José Padilla la Puerta del Príncipe ¿Motivo? Que a dicho presidente le habían llovido las críticas después de concederle las tres orejas que abrieron a Juan José Padilla la Puerta del Príncipe aquel sábado de feria de 2016 y no iba a exponerse a que lo señalaran de nuevo por otorgarle el rabo al torero limeño.

     No sé qué grado de influencia tendría este hecho en la decisión de don Fernando, lo cierto es que, con su negativa, el listón del rabo en Sevilla se ha puesto a unos niveles que lo hacen prácticamente imposible de conseguir, porque sin entrar en los pormenores de la faena, hay que señalar lo redondo y macizo de su contenido.
 No fue la de El Juli del día anterior, que, pese merecer las dos orejas, tuvo altibajos. Ésta de roca Rey, no. De inicio a fin fue concatenando tandas que fueron sumando grados al nivel del entusiasmo para acabar, y más de una vez, levantando a la gente de sus asientos. Faena, pues, de dos orejas rotundas sin discusión alguna.
 Faltaba la suerte suprema, y esa la ejecutó el peruano tirándose desde muy en corto, haciendo la paradiña habitual para que el toro descubriera la muerte y, yéndose derecho como una vela, dejar enterrado el acero hasta los gavilanes en todo el hoyo de las agujas. 
Dos, tres capotazos bastaron para que el toro saliera rodado y patas arriba. Era la guinda perfecta, el colofón idóneo para que unido a la gran faena el torero se hiciera merecedor del rabo.
 Una obra tan completa y tan bien rematada es dificilísimo de conseguir, por eso me fastidia la oportunidad perdida de haber dado el justo premio a una soberbia faena y una extraordinaria estocada.
     Habrá quien objete que con el capote no brilló a igual altura, y es cierto. No obstante, hay que meter al viento como incómodo invitado, pese a lo cual, no dudó de irse a los medios, echarse el capote a la espalda, interpretar la gaonera y la caleserina y rematar con una revolera en un conjunto al que, si faltó limpieza –que no ajuste ni quietud–, al viento y sólo al viento es achacable. En definitiva, creo que se ha perdido una ocasión de hacer justicia y actualizar el tema de la concesión de rabos en Sevilla, varado en el de Ruiz Miguel per saecula saeculorum.
 A partir de ahora, insisto, ve a ser difícil conseguir uno sin caer en agravios comparativos con el demandado para Roca Rey. Pese a ello, lo más importante es que el torero peruano parece haber entrado definitivamente en Sevilla por la puerta grande, esa puerta que, a no tardar mucho, habrá de verlo salir por ella en olor de multitud


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