Este lunes, 5 de octubre, cumple Miguel Báez Espuny noventa años de edad, una ocasión más para conocer algunos datos biográficos del maestro onubense que la próxima semana conmemorará el setenta aniversario de su alternativa.
El maestro Miguel Báez “Litri” ha sido objeto de múltiples reconocimientos. Tiene en su poder las Medallas de Oro de la ciudad de Huelva y de la Provincia así como la Medalla de Andalucía y la Medalla de las Bellas Artes además de otras que les fueron concedidas por sus aportaciones al toreo.
Afortunadamente, con sus noventa años, Miguel Báez Espuny “Litri” sigue vivo y mantiene su gran afición taurina, aunque haya dejado en manos de su hijo la labor de dirección de las explotaciones agrícolas y ganaderas familiares. Disfruta de la vida y de lo que se ganó honradamente en los ruedos y sueña que, ojalá, muy pronto, haya otro Miguel Báez “Litri” en los ruedos, su nieto, a quien ya esta introduciéndole en la afición taurina
Manolito “Litri” no sólo había conquistado a la afición valenciana,
sino que también había sido conquistado por una valenciana.
Concretamente, mantenía relaciones sentimentales con una joven de
Gandía, María de los Ángeles Espuny Lózar con la que pensaba casarse al
término de la campaña de. Este noviazgo era conocido por muy pocas
personas del entorno del torero y, entre ellos, el señor Ortuño,
empresario de la plaza de Valencia y amigo personal de Manolito.
Precisamente, Manolito, poco antes de morir, pidió a Ortuño que reuniera
todos los regalos recibidos de su novia y se los devolviese, cosa que
hizo con exactitud.
Meses más tarde, la joven Ángela se trasladó hasta Huelva para ofrendar flores ante la tumba de su amado Manolito, siendo acogida en su domicilio por el padre del torero, Miguel, que, en aquellos días, cuidaba de la grave enfermedad que padecía su esposa y de la que fallecería el 21 de noviembre de 1.927.
Pronto germinó el amor entre el viejo torero y la joven hasta tal punto que el 23 de enero de 1.928 contrajeron matrimonio en Gandía. Fruto de este matrimonio nacieron tres hijos: Ana María, nacida en el año 1.929 y fallecida, a los cuatro años de edad, en Huelva; Miguel Sebastián Liliano, nacido en Gandía el 5 de octubre de 1.930; y Josefa, nacida en Huelva el 16 de octubre de 1.932, cuando ya el patriarca Miguel Báez “Litri” había fallecido el 14 de enero de 1.932, cuando contaba sesenta y dos años de edad y víctima de una rápida dolencia.
La estancia de la familia en tierras de Gandía no duró mucho por cuanto, tras el nacimiento del pequeño Miguel, se trasladó a Huelva, donde, incluso, se produjo el bautismo del niño, que contaba escasos días de vida.
La rápida ausencia del padre así como los deseos de la madre de apartar al pequeño del ambiente taurino no fueron obstáculos para que, paulatinamente, la afición fuera inoculándose en Miguel, a quien amigos y seguidores de su hermano Manolito se preocuparon de que el niño siguiera la estela familiar.
Sin embargo, la llamada de la afición fue mayor y, poco a poco, el pequeño Miguel se fue acercando al planeta taurino, llegando incluso a matar una res en las instalaciones del Matadero Municipal. En otra ocasión, quiso torear a un ternero con un saco que había teñido de rojo. Las escapadas del Colegio de los Maristas, donde cursaba sus estudios, se hicieron cada vez más frecuentes y Miguel las aprovechaba para torear junto a los aspirantes a toreros que existían en la capital onubense y, con ellos, acudía a algunas capeas que se celebraban en localidades próximas, donde empezaba a ser reconocido.
A Miguel le costó mucho esfuerzo que la madre accediera a dejarle torear. Hasta que no comprendió las razones que impulsaban a su hijo a seguir la trayectoria profesional de su padre y de su hermano y ante la evidencia de que el muchacho estaba llamado para ser torero, doña Ángeles no accedió, poniéndolo en manos de buenos aficionados y, por supuesto, “litristas” que cuidaron del nuevo torero.
Y, tras muchas capeas y algún que otro tentadero, tuvo su oportunidad de matar su primer becerro. El hecho aconteció el 1 de junio de 1.947 en Manzanilla y fue su primer éxito. Su carrera había comenzado y vistió su primer traje de luces en Valverde del Camino el día 16 de agosto de ese mismo año, actuando junto a José Utrera “Costillares” y Juan Posada. Curiosamente, localidad andevaleña acogió 27 años después el debut de otro miembro de las dinastías de los “Litri” y de los Posada con erales de Gerardo Ortega. Juanito Posada paseó el anillo y “Litri”, que estuvo muy mal con los aceros, recibió una fuerte ovación.
Días después, Miguel “Litri” comenzó a recorrer las diferentes plazas de la provincia, cosechando éxitos y saboreando las mieles del triunfo, que repetiría en la campaña siguiente antes de la eclosión definitiva en el año 1.949, temporada en la que actuó en 116 novilladas – en un gran número de ellas formando pareja con Julio Aparicio – y siete festivales, en los que cortó 203 orejas, 97 rabos y 37 patas, convirtiéndose en un ídolo de la afición taurina y, especialmente, de la valenciana, en cuya plaza llegó a actuar durante dicha temporada nada menos que en veintitrés ocasiones.
En ocasiones, e incluso en ferias importantes, ante el empuje de la pareja Aparicio-Litri, las empresas modificaban los carteles, contratando a los novilleros porque atraían a un mayor número de espectadores. Así ocurrió en la feria de San Jaime de Valencia o en la Corrida de la Prensa de Madrid de 1.950. En esta época, la afición onubense estaba volcada con su toreo y le seguían en numerosas actuaciones, llegando, incluso, a empeñar el mobiliario doméstico para obtener el dinero preciso para los viajes y localidades. Además, la Peña “Manolito Litri” lanzaba cohetes para dar cuenta del resultado de la actuación del joven novillero mientras la población aguardaba ansiosa la caída de la tarde para conocer el número de trofeos conquistados.
Llegó la hora de la alternativa, anunciada para el 12 de octubre de 1.950 en la plaza de Valencia en festejo a beneficio de la Asociación de la Prensa. Joaquín Rodríguez “Cagancho”, con toros de Antonio Urquijo de Federico, fue el encargado de oficiar de padrino de una ceremonia que estuvo precedida de una polémica creada por el apoderado de la pareja de novilleros, José Flores “Camará” que impuso un sorteo para determinar el orden de actuación que, por norma y sentido común, correspondía a Julio Aparicio, quien fue el afortunado en el sorteo y, lógicamente, fue el primero en recibir el nuevo grado.
“Cagancho” hizo matador de toros a “Litri” con el astado llamado
“Pendolito” y, como en tantas otras ocasiones, el torero onubense le
cortó las dos orejas y el rabo, trofeos que repetiría en el último de la
tarde. Esta alternativa la confirmaría Miguel el 17 de mayo de 1.951,
de manos de Pepe Luis Vázquez y con Antonio Bienvenida como testigo, al
cederle el toro “Desagradecido”, del hierro de Fermín Bohórquez. Aquella
tarde cortó una oreja.
EL MAESTRO LITRI CUMPLE 90 AÑOS (II)
Los éxitos cosechados en la temporada española le abrieron los cosos hispanoamericanos; sin embargo, “Litri” no estuvo afortunado en tierras mejicanas y pronto decidió volver a su tierra para preparar la siguiente temporada, a cuyo término, y tras conceder la alternativa a Pedro Martínez “Pedrés” en la plaza de Valencia el 12 de octubre, decidió retirarse temporalmente de los ruedos.
Su enorme afición hizo que aquella retirada fuese temporal por cuanto actuó en numerosos festejos benéficos en los que era reclamado. El 3 de julio de 1.955, y en la plaza de Orán, se produjo su primera reaparición, actuando en los ruedos hasta finalizar la temporada de 1.958.
La temporada de 1.959, el torero la dedicó a participar en el rodaje de la película autobiográfica “El Litri y su sombra”, con guión de Agustín de Foxá y dirigida por Rafael Gil.
A comienzos del año 1.963, Miguel “Litri” decide reaparecer otra vez y en Castellón inicia la campaña. Durante tres temporadas, el torero onubense volvió a dejar muestras de su quehacer en los ruedos, cosechando numerosos triunfos y éxitos entre el delirio de los aficionados. Al término de dicha temporada, contrajo matrimonio con Conchita Spínola.
Parecía que aquella sería su definitiva retirada de la actividad. Sin embargo, sucedería un hecho que le haría retornar, una vez más: la inauguración de la plaza Monumental de Huelva. Y, como su padre había inaugurado la anterior plaza el 5 de septiembre de 1.902, ahora, por iniciativa popular, la ciudad de Huelva quiso que fuera otro Miguel Báez el que inaugurara el nuevo coso. Miguel aceptó la iniciativa y el 3 de agosto de 1.968 hizo el paseíllo junto a Manuel Benítez “El Cordobés” y Ángel Teruel para lidiar toros de Celestino Cuadri. Aquella tarde, “Litri” cortó las dos orejas del primero de la tarde, trofeos que repetiría al día siguiente actuando junto a Paco Camino y Sebastián Palomo “Linares” con reses de Clemente Tassara.
Dedicado a sus actividades ganaderas y agrícolas, excepcionalmente, Miguel se dejaba anunciar en algunos festivales de carácter benéfico. Pero, de nuevo, habría otra circunstancia que le harían volver a torear vestido de luces. La plaza Monumental, inaugurada unos años antes y de la que “Litri”, junto a Antonio Borrero “Chamaco”, era empresario, tuvo que cerrar sus puertas por graves deficiencias y la añeja plaza de toros de Huelva había sido remodelada por el empresario y ganadero José Luis Pereda García. Y, de nuevo, los onubenses pidieron que un Miguel Báez “Litri” estuviera en el cartel.
Pese a su edad, Miguel aceptó el envite y, tras una intensa preparación, hizo el paseíllo en el coso onubense en la tarde del 29 de julio de 1.984 junto a Curro Romero y Pepe Luis Vázquez hijo para lidiar un encierro de Jandilla, cortándole las orejas al primero de su lote. Unos días después, concretamente, el 3 de agosto, volvió a vestir las taleguillas y, en esta ocasión, para dar la alternativa a Sebastián Borrero “Chamaco II”. Esa tarde actuó junto a Paco Ojeda y se lidiaron reses de Gabriel Rojas. En el cuarto, en el de su nueva despedida, Miguel “Litri” volvió a pasear las orejas de su oponente. Ni que decir tiene que Huelva vibró con su torero en estos dos festejos, a cuyo término el diestro fue izado a hombros para salir así por la puerta grande.
Todavía, en esa misma temporada, Miguel hizo un nuevo paseíllo en la plaza choquera. Fue en la tarde del 12 de octubre, con ocasión de un festival benéfico, organizado por él, y en el que actuó por primera vez ante el público un nuevo Miguel Báez “Litri”, nieto del primer Litri e hijo de quien había dado mayor realce a la dinastía, que veía así como iba a continuar.
Los avatares de la vida hicieron que, otra vez más, Miguel Báez Espuny “Litri” tuviera que vestirse de luces. Y, a los 57 años de edad, lo hizo el 26 de septiembre de 1.987, para darle la alternativa a su hijo, de su mismo nombre, en la plaza de Nimes en la misma corrida en la que Paco Camino haría matador de toros a su hijo Rafael, con reses de Jandilla. De nuevo, Miguel “Litri” cortó trofeos y salió a hombros por la puerta grande en su última actuación ante el público en tan emotiva jornada.
Miguel Báez “Litri” ha sido un torero muy representativo del tiempo en que actuó. Su personalidad inconfundible pudo desarrollarse por la inteligencia y el mimo con el que fueron administradas sus actuaciones desde que comenzó su carrera taurina. Ello le permitió un aprendizaje eficaz a la vista del público que, con su preferencia por determinadas maneras de su toreo, orientó y encauzó su arte. Su imperturbabilidad ante las reses pareció, en ocasiones, tener nota de inconsciencia pero la clase de ganado que lidió de novillero le permitió todo género de pruebas con riesgo muy reducido. Ello hizo que acentuara esa cualidad que, ante reses más cuajadas, producía verdadera angustia y arrebataba a los espectadores hasta crear una obsesión litrista que le hizo uno de los diestros más auténticamente populares con que ha contado la fiesta. Esta impasibilidad ante el riesgo fue condición que, diestramente, administrada sirvió de fundamento a su toreo. No fue torero de calidad con el capote ni le interesaron los aspectos técnicos de la lidia pero, con la muleta, se transfiguraba y, con muletazos plenamente elogiables, mezclaba adornos de mal gusto e intentaba pases recusables, componiendo el todo faenas abigarradas, pero siempre valerosas, que arrebataban al público. Su manera de ver venir los toros arrancados desde lejos, embarcarles en la muleta y despegárseles, debe entrar entre lo excepcional y meritorio. Su juego de muleta fue siempre emocionante y de una fuerza comunicativa excepcionales. Ha sido un matador seguro y arrojado y todo ello ha compuesto una personalidad de gran interés ofrecida a la discusión apasionada de los aficionados. A “Litri” puede discutírsele, pero no puede permanecer indiferente ante su toreo. En esta etapa tenía un carácter ingenuo y bondadoso que, con su aparente infantilidad, ocultaba una tenacidad y una firmeza muy congruentes con su valor, verdaderamente excepcional. Cuando se habla de toreros valientes, “Litri” pide plaza entre los primeros de cualquier época.
EL MAESTRO LITRI CUMPLE 90 AÑOS (III)
Miguel Báez “Litri” creó el denominado en su época “El Litrazo”. El propio torero lo definió así a José Luis Román para su obra “Todas las suertes por sus maestros”: “El litrazo me salió por casualidad. Nunca lo había pensado ni entrenado, pero una tarde de mucho viento en Cádiz, el aire me echó la muleta detrás, el toro se me arrancó de largo, le aguanté, se la saqué a tiempo y ahí nació un pase que se hizo muy popular y que muy pronto la prensa bautizó como el litrazo. En la narración de ese primer muletazo improvisado, en realidad, he descrito todos los tiempos y todos los requisitos que deben conjugarse para su realización.
Respecto al toro, éste debe tener recorrido, arrancarse de lejos,
tener fijeza y debe humillar (si lleva la cara alta arrolla). Si alguna
de estas carac¬terísticas no se cumple, ciertamente el muletazo se
complica. Antes era más fácil de hacer que ahora, porque el toro de los
años cincuenta y sesenta tenía más movilidad, y si te quedabas quieto
aguantando hasta que llegase muy cerca, lo normal es que el litrazo
saliese limpio. Ahora, pienso que sólo se le podría hacer al diez por
ciento de los toros, mien¬tras que antes valían el noventa por ciento de
los animales.
Respecto a la técnica o los pasos de ejecución son los siguientes: en
primer lugar, ponía al toro de lejos y yo me marchaba justo al tercio
que estaba enfrente. Dependiendo de la fuerza y de la movilidad del
toro, la distancia a la que me colocaba lógicamente variaba. Citaba al
toro con la muleta en la espalda, como escondiéndola, y así aguantaba
toda la arran¬cada del animal. Cuando éste llegaba como a unos tres
metros, se la sacaba y le pegaba el muletazo. Lo lógico es que el toro
tomase bien el engaño, aunque una vez me cogió muy fuerte uno en El
Puerto de Santa María porque me coloqué en contra del sol, y al sacar la
muleta, el toro vio la sombra y no obedeció.
El secreto del muletazo estaba, además de en conjugar la velocidad del toro, en el aguante. En el valor, en una palabra, porque si te movías cuando llegaba al embroque, o querías irte antes de tiempo, entonces sí que era fácil que pudiera cogerte. Respecto al momento de sacarle la muleta, era importante hacerlo en el instante justo, pues si se hacía antes de tiempo, al animal podía verte y te quedabas peligrosamente al descu¬bierto; y si se la sacaba tarde, entonces se me había echado encima y al animal ya no le daba tiempo a responder al movimiento de la muleta.
El litrazo lo daba cuando el toro ya estaba dominado y sometido, pero siempre antes de que empezase a perder fuerza. Si en mitad de la arran¬cada se me paraba, como de hecho ocurrió muchas veces, entonces había que aguantar mucho más y provocar la arrancada con un salto.»
Lo cierto e que, cuando Miguel interpretaba este pase, los tendidos rugían de admiración y se entregaban al torero de Huelva por su valentía y decisión. Un valor que, pese a los años transcurridos, se le sigue reconociendo a “Litri” como se sigue reconociendo su personalidad ante las reses.
El maestro Miguel Báez “Litri” ha sido objeto de múltiples reconocimientos. Tiene en su poder las Medallas de Oro de la ciudad de Huelva y de la Provincia así como la Medalla de Andalucía y la Medalla de las Bellas Artes además de otras que les fueron concedidas por sus aportaciones al toreo.
Afortunadamente, a sus casi noventa años, Miguel Báez Espuny “Litri” sigue vivo y mantiene su gran afición taurina, aunque haya dejado en manos de su hijo la labor de dirección de las explotaciones agrícolas y ganaderas familiares. Disfruta de la vida y de lo que se ganó honradamente en los ruedos y sueña que, ojalá, muy pronto, haya otro Miguel Báez “Litri” en los ruedos, su nieto, a quien ya esta introduciéndole en la afición taurina.
Por Vicente Parra Roldan
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