Toros: Plaza de Valencia. Octava corrida. Casi lleno. Toros de ZALDUENDO de pobre presencia y que carecieron de casta. Auténticos mulos (0).
ENRIQUE PONCE: de gris plomo y oro. Tres pinchazos, pinchazo hondo y dos descabellos. Un aviso (silencio). Pinchazo y estocad. Un aviso (silencio) (0). |
SEBASTIAN CASTELLA: de malva y oro. Media estocada y dos descabellos. Un aviso (saludos). Estocada trasera y caída y descabello. Un aviso (vuelta) (1). |
ARTURO SALDÍVAR: de cardenal y oro. Dos pinchazos, bajonazo y tres descabellos. Un aviso (silencio). Metisaca, pinchazo, estocada caída y dos descabellos. Un aviso (silencio) (0). Zalduendo y Ponce, un bochorno |
Con este género el propio Ponce ofreció un sainete de trapazos en ambos toros. Docenas de muletazos impropios de quien es considerado con razón un excelente muletero. Y para colmo se fue a mendigar aplausos al sol en el cuarto toro. ¿Decadencia de Enrique?. Lo cierto es que lleva varias temporadas muy lejos de su nivel.
Castella vendió el género barato envuelto en celofán. Muchos pases, algunos templaditos en su primero, y los clásicos circulares por la espalda para taparse ante la embestida miorucha de su lote. Y hasta le pidieron la oreja en el quinto después de una puñalada trapera, un aviso y un descabello. Menos mal que el palco hizo respetar la categoría de la plaza y no la concedió.
Mal, sin paliativos, el mexicano Saldívar. Sufrió multitude de enganchobnes, estuvo frágil en el conjunto de su labor y nunca encontró el sitio ni el temple. Y eso que el sexto fue el único ejemplar que se empleó con cierta calidad y sin defenderse.
El manito no se parece lo más mínimo al que le dió la réplica al mismísimo José Tomás en esta misma plaza aquel 23 de julio del año pasado.
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