Recientemente la
Peña La Divisa de Trigueros le concedió el II Premio Nacional a la ganadería más destacada en la temporada pasada.
La Peña acertó de pleno
Ayer en Valencia Alcurrucén hizó gala de los méritos de tan acertado galardón y de que puede repetir este año, de momento la primera fue estupenda.
En esta Revista de prensa pueden leer tres de los resúmenes de la crónica en su vertiente torista:
Formidable presencia en la corrida de Alcurrucén. Seis estampas, seis, de hermosa pintura. Muy ofensivos, musculosos, bien comidos. E igualada, algo raro en estos tiempos. A tal pantalla correspondió un juego dispar, pero siempre dentro de lo que a un toro de lidia se le debe exigir. De los seis, el cuarto tuvo calidad y nobleza: gran toro en la muleta. El segundo le siguió en méritos, pronto, alegre, noble, con mucho aire y pidiendo guerra siempre. El primero, que se paró de repente, tuvo su partido antes de ese gesto. El quinto se dejó sin más. Acabó como agotado y con medio pase. El lote más complicado fue a parar a las manos de Alberto Aguilar, tercero y sexto. Aquél, sin entrega, no humilló y buscó por el lado derecho. El sexto también tuvo mucho que torear. No pasó, frenó con la cara arriba y derrotó a la mínima ocasión. En el caballo, la corrida no pasó de discreta. Paradoja: el gran cuarto fue el de nota más mansa. Corrida con interés de principio a fin. Con toros de pedir papeles en regla. Para mentes frescas y corazón decidido. Tanto para los toros buenos, como para los otros. Lote, en fin, exigente.(EL PAÍS)
Seis toros de Alcurrucén, muy bien presentados, cinqueños, y nobles en distintos grados de fuerza y de casta. Por mejores, destacaron el segundo, el cuarto y el quinto. Muy guapo el berrendo en colorao que abrió plaza. Por pinta edad y trapío, la ganadería de Alcurrucén bien puede presumir de echar toros como todos queremos. Luego hay que ver cómo se comportan. Los años pasados muchos dieron un juego magnífico en todos los aspectos. El de la casta, tan genaralmente escasa, es al que muchos toreros le hacen más ascos. (J.A del Moral)
Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano). Corrida cinqueña muy bien presentada, astifina, en tipo y peso. Con plaza y seriedad, fue de variada condición. Dieron muy buen juego segundo, cuarto y quinto. De aire agresivo el sexto. Muy codicioso el primero. Se puso incierto un tercero muy ofensivo.
FUE CORRIDA CINQUEÑA, astifina, hermosa y seria. Muy de Alcurrucén: un tercero negro de particular trapío, un primero colorado berrendo y careto muy bien pintado, un segundo mulato chorreado en verdugo que arrastraba las borlas del rabo por la arena; y, completando lotes, un sexto más alto de agujas y atacado que los demás –y fue el único toro de dudosa nota-, un cuarto ligeramente ensillado, negro tizón, y un quinto largo, acodado, de lindo porte. Puesta en la plaza, fue corrida bella. El tercero, tan serio, podía haber sido toro de Bilbao o de Madrid.
Salvo el quinto, no quiso capa en serio ninguno, sino que cuatro de los seis, fieles al código del encaste Núñez, se fueron de engaños al principio algo asustados. El cuarto echó las manos por delante; el sexto, que llevaba la divisa prendida en el cerviguillo y se dolía de ella, atacaba por eso a media altura y arrollando. El primero, único colorado del sexteto, se empleó en el caballo y le pegaron sin piedad. Tres puyazos. A esa cota no había llegado este año ningún toro todavía. También empujó el segundo en un severo primer puyazo. El quinto fue el más formal y el mejor picado: fino y certero a caballo Luciano Briceño. En la salida de la segunda vara se cantó el son pastueño del toro, el más sencillo de la corrida. El más claro de ver, el de mejor galope.
Había en el reparto tres toros de la célebre reata de los músicos pero no estaban abiertos en lotes distintos. En el de Curro Díaz entraron juntos un Pianero –el colorado molido pero no derrotado en varas, prueba de su casta- y un Castañuelo que se blandeó del caballo sin excusa pero sacó en la muleta nobleza y ganas. El sexto, que tan de otra manera salió, fue también músico: Bandurrio. Ni el boyante quinto –un Chalinito- ni el encastado segundo –un Relamido- fueron de familia filarmónica. Todos, los seis, tuvieron en común un algo o un mucho: poder, por ejemplo; fijeza a la hora de los reclamos; ninguno se fue a las tablas; con las escoceduras en banderillas se contaba de antemano; la seriedad fue general.(COLPISA, Barquerito)
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