Algunos aficionados con los que hoy tuve conversaciones taurinas padecen de frágil memoria y ven con despropósito la inclusión de un torero "emergente" en un cartel de tronío como es el Domingo de Resurrección de Sevilla.
Más allá de gustos personales en los que no entro, quisiera recordar los méritos de tan humilde espada y el por que de su encartelamiento en tan importante fecha .
A veces no nos detenemos en considerar las circunstancias de cada torero y las dificultades en su carrera, les ponemos todos los peros pese a sus triunfos y en cambio se alaba todo a los figuras, aunque estén en horas bajas se les juzga con benevolencia.
Considero oportuno ahora refrescar la memoria con una excelente crónica del día de los hechos.
Lean ....
Si este fuese un país serio......Por Álvaro Acevedo
.........Manuel Escribano firmaría esta noche treinta contratos, aunque para ello se le tuviera que retirar el carnet de torero a unos cuantos (que no sería mala idea, por cierto).
Ello, al hilo de la portentosa tarde de toros ofrecida por el joven matador sevillano desde su recibo de rodillas y en los medios al tercer miura del encierro, hasta la estocada que tumbó al sexto, y que le valió las dos orejas.
A estas horas no sé qué destacar más: si su arrojo para irse a esperar a su lote en chiqueros; o su buen hacer capotero en los saludos a la verónica, galleos o quites; o su solvencia, facilidad y pureza en banderillas; o su deslumbrante manera de estar en la plaza, impropia de un torero inexperto; o el hecho de que se enfrentara a los toracos de Miura con la templanza del que está delante de dos añojas.
Fue increíble: una colocación impecable, unos toques sutiles, una soltura total para conducir las embestidas y un juego de muñeca final que abría las embestidas y dejaba colocado al toro para ejecutar el toreo ligado con ambas manos.
Estuvo inteligente y centrado en su primero, al que le corrigió el defecto de vencerse ganándole siempre un paso hacia delante, pero por pinchar le perdió la oreja.
Y estuvo soberbio frente al sexto, un toro de buen galope que embistió cada vez mejor en la muleta porque Escribano lo imantó en las telas, y lo condujo con la suavidad, limpieza y tacto que demanda el toreo de caricia. Magistral.
Después de unas manoletinas finales y la estocada, al buen toro de Miura, noble, suavón y de menos a más gracias a la perfección técnica de su matador, le dieron una cariñosa vuelta al ruedo póstuma. Y Escribano, en clamor, paseó las dos orejas y honró a su compañero herido, el maestro Juli, tras una sensacional tarde de toros.
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