Observatorio taurino
Un clima más que enrarecido
La perspectiva de los años, que ya van siendo algunos, no permite encontrar un panorama tan viciado como el que está viviendo el peculiar planeta de los toros al calor del acoso abolicionista, la crisis del campo bravo o el derrumbre provocado por la extinción de la burbuja taurino-inmobiliaria.
Pero este aire contaminado se ha saturado en torno al cisma de Sevilla, última chispa que ha incendiado la guerra fría que ya enfrentaba a las primeras figuras del toreo y los pesos pesados de la patronal taurina en disputa por el cetro del toreo. Esos frentes abiertos han causado una novedosa polarización de la que ni siquiera se libra la prensa taurina.
Siempre hubo dos frentes: los que no se enteraban de nada y los que sí; los que trincaban y los que no; después llegó el rollo del torismo, el pro y el antitomasismo… pero ahora se ha creado una peligrosa raya, un conmigo o contra mí que amenaza con convertir esta parcela peculiar en un reñidero de gallos que ya es muy activo en las redes. Se puede reconocer y cantar la valía de un torero -las figuras son la base indiscutible junto al toro bravo- sin apoyar numantinamente sus decisiones. También se puede hablar de los errores -algunos garrafales- y los aciertos -que también los hay- de una empresa sin ponerle agujas de vudú a las fotos de sus gerentes.
El caso es que la atmósfera enrarecida que impregna todos los estratos de este planeta singular impide remar en la misma dirección en un complejo momento que demanda una altura de miras común en las dos columnas del tinglado: los que se ponen delante y los que organizan el espectáculo. La tercera, el ganadero, bastante tiene con cuadrar las cuentas. Los demás sólo podemos contarlo.
Por Álvaro Rodríguez del Moral
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