Enrique Ponce se recupera lentamente de la cornada en una axila, a la espera de ser operado de la fractura de clavícula. Pero la vida sigue y ayer fue sustituido en la última de Fallas, la de los ocho toros, como en los viejos carteles delos años 30, 40 y 50. Tarde de llenazo en el día grande, el de la cremá y tarde de triunfos, de muchos detalles para paladear, y corridita de Garcigrande, terciada, y de la que hay que rescatar el cuarto toro, un bravo ejemplar, exigente y poderoso.
En la maraña de muchos pases, de docenas de ellos y de tantos detalles que se pueden contar en una tarde maratoniana, me quedo para el recuerdo con los tercios de quites de Morante y El Juli y una tanda de naturales de Finito de Córdoba.
Y es que Morante bordó el toreo a la verónica en los lances de recibo, para regalarnos luego con quites de ensueño. Pero para suerte de todos el alternante en quites era El Juli, dispuesto a no dejarse ganar la pelea. Y con chicuelinas y verónicas dio la réplica. En el sexto toro, Morante durmió el toreo en las verónicas, y El Juli no quiso quedarse atrás para bajar las manos en lances de mucho sabor luego Morante a dar la réplica con una tafalleras que encendieron la plaza.
Claro que por ahí andaba Finito de Córdoba, resucitado para el toreo después de años de ostracismo y mandanga. Su primero, manso perdido, no tenía un pase, pero el quinto, con la fuerza justa era ideal para que Finito se desmayara en unos naturales de ensueño, de pureza infinita. Como dirían los viejos aficionados con esos muletazos ya estaba pagada la entrada. Por supuesto que Morante, vestido de mandarina y oro, siempre da la nota, pero la nota de la calidad suprema y no importó que su lote no ayudara lo más mínimo.
El torero de la Puebla fue desperdigando muletazos sobre ambas manos, algunos naturales al sexto fueron de una pureza indiscutible, además de el plus de calidad.
Como en estas tardes el público se embala cuando la tarde coge carrerilla, ahí nadie mejor que El Juli para sacar partido de su toreo poderoso y sus recursos.
Su primer toro salió muy suelto y parecía que en la muleta no se podía amarrar.
Pero El Juli lo consiguió, sometiendo por bajo hasta conseguir que la faena tuviera unidad y echó mano de picardía para poner la plaza a hervir con los circulares y los cambios de mano. Estoconazo y dos orejas y con ellas la puerta grande. En el séptimo abrevió ante el inválido.
El cuarto, el gran toro de la tarde, exigía lo suyo y Manzanares, espeso y tirando líneas, decoró con redondos efectistas una faena por debajo del toro, con el que, de verdad, no pudo en ningún momento. Pero, amigo, los redondos y el espadazo obnubilaron a la gente y le obsequiaron con una orejita. En el sexto toreó con el mando a distancia en muletazos de descarado ventajismo y esta vez la espada no le ayudó para la orejita que la gente estaba dispuesta a pedir.
Valencia. Miércoles 19 de marzo. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande (1º, 4º y 7º), desiguales de presentación y juego. Manso el 1º, apagado el 2º, deslucido el 7º y de buen juego con distintos grados el resto. Finito de Córdoba, que sustituía a Enrique Ponce: Pitos tras dos avisos y oreja; Morante de la Puebla: Silencio y ovación con saludos tras aviso; El Juli: Dos orejas y ovación con saludos; José María Manzanares: Oreja con petición de la segunda y palmas de despedida. Entrada: Lleno de "No hay billetes". Saludó Curro Javier en el 8º.
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