En esta sociedad urbanita y anglosajona, donde un muchacho que quiere ser torero se contempla como un bicho raro, todavía aparecen jóvenes de pueblo capaces de arrastrar a la plaza a sus convecinos. En Trigueros hay fiebre en torno a la figura alargada y rústica de David de Miranda, un portento de valor desnudo y natural. Un valor tan auténtico, tan de verdad, que su poseedor no necesita de un sólo guiño al tendido para captar su atención.
Tendrá que aprender mil cosas, pero sabiendo la mitad que sus compañeros se los merendó sin compasión. Y no se puede decir que los otros estuvieran mal.
Posada de Maravilla dejó detalles, muletazos de muy buen aire, con un lote de oponentes a la contra de su toreo de mensaje. Y rubricó sus faenas de sendas estocadas magníficas.
Y Lama de Góngora, con compostura y garra, aprovechó la nobleza de sus novillos en dos trasteos (sobre todo el primero) de buenas maneras.
Pero el de Trigueros se la jugó, y yo creo que si hubiese hecho falta dar la vida, la hubiera entregado para responder a la pasión de su gente. Provocó escalofríos en el público con la cercanía de sus gaoneras y bernadinas, con sus pases cambiados por la espalda, con su serenidad de hielo y con su quietud marmórea. Una estatua de carne y hueso. Su toreo fundamental, de largo trazo, tiene un toque de cierta elegancia primitiva que hay que pulir, y si corrige las decenas de defectos que arrastra, su vida puede virar del terruño a la opulencia. Además, como todos los que tienen valor de verdad, torea muy despacio y jamás se crispa. Para colmo, el pueblo bebe los vientos por su futuro ídolo, que fue paseado a hombros por las calles de Huelva. Hay fiebre...
Por Álvaro Acevedo . Burladero
Ficha del festejo
Huelva. Casi media entrada. 6 novillos de Martín Lorca bien presentados y manejables en general.
Posada de Maravilla, vuelta tras petición y oreja.
Lama de Góngora, oreja y palmas tras aviso.
David de Miranda, dos orejas y oreja. Salió a hombros.
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