A principios de temporada el toreo mira a Olivenza, hasta Extremadura y la raya de Portugal llegan peregrinos al reclamo de carteles de postín; las calles, los bares , los restaurantes, los hoteles y la plaza ¡ay, la plaza! se llenan de gentes que buscan en el milagro de una tarde (o una matinal) de toros , árnica para tanto dolor del alma.Sucede, sin embargo, que no siempre, claro, los deseos se ven colmados, siquiera mínimamente satisfechos y más de uno se para a reflexionar.
Si nos guiamos por los números, la de 2014 ha resultado una feria de éxito y como tal se ha cantado. Válgame el cielo de echar vinagre al vino pero...
Al atravesar el hermoso Parque de los Pintasilgos (que debe su nombre a un pájaro autóctono de la familia del jilguero), el viajero se encuentra con la algarabía del gentío y, este año al menos, el plus añadido del sol y la temperatura más propia de la primavera avanzada. En los carteles, dos novilladas y dos corridas de toros, una de ellas con cuatro matadores.
La tarde del viernes, aún muchos los peregrinos en ruta, se pudieron apreciar los progresos de Garrido, el buen aire de Tulio Salguero y el verde que te quiero verde de Armillita, en una novillada de Daniel Ruiz de buena presencia y desigual juego
La corrida monstruo del sábado acabó, tres horas y media después del paseíllo y a plaza rebosante, con El Juli como rotundo triunfador, Ferrera también en triunfo pero en la enfermería, Perera en demostración de solvencia y Manzanares mustio.
Los toros eran de Garcigrande, los cuatro primeros bondadosos, de cabezas sonrojantes y fuerzas más que justas injustas y la otra mitad más aparentes dentro de la tónica general de la bobalicona nobleza, que no impidió que el quinto prendiera a Ferrera al cobrar la estocada, como ya estuvo a punto de ocurrir en el tercio de banderillas. El extremeño, en un estado de evidente madurez, toreó con templanza, por momentos abandonado y el público estuvo con él. Perera tiró de técnica e inteligencia para sujetar a su huidizo primero y sumó muletazos en el otro. Lo de Manzanares resultó preocupante, más aún viniendo de la última tarde de la temporada anterior cuando, literalmente paró el tiempo en Nîmes. José Mari deambuló perdido, tanto como lo estuvo con la espada.
El Juli, cortó casi todo los cortable y no salió en hombros (gesto que le honra) al estar Ferrera en manos de los médicos. En su primero, de pitones como plátanos, Julián puso una rotundidad que el de Garcigrande no precisaba. En el sexto, más aparente, las series se sucedieron musicadas y oledas (que dirían en tiempos) e incluso hubo un amago de indulto del todo injustificado pero se desató el entusiasmo tras el espadazo. Cabe decir que en esta corrida, como sucedió en de de Juan Pedro del cierre (también en las novilladas) los toros sangraron, tras su paso por el del castoreño, como para un análisis...de orina.
La matinal del domingo tuvo argumento, firmado por los novillos (excelentes) de El Freixo (El Juli, osea) y una terna en la que destacó ¡y de qué manera! El local Ginés Marín. que, como su compañero Terrón, debutaba con caballos. Marín sorprendió por fondo (pureza, naturalidad, hondura, valor, cabeza) y forma (elegancia, entrega, colocación) y alcanzó un triunfo legítimo que abre esperanza para él e ilusiones para los aficionados. Terrón, algo más tosco, puso empeño y buenas maneras, mientras Posada de Maravillas (la sensación un año antes) pareció más pendiente de lo accesorio que de lo fundamental, aunque su sello de alegre distinción pocos lo discutan.
La primera decepción del la corrida que cerraba feria llegó al observarse claros en la ocupación de los tendidos. El cartel auguraba otra cosa. Y , a la vista de ello, uno se pregunta ¿si 72 horas después de la novedosa estrategia de márketing del Morante Tour, el primero de los 30 acontecimientos no llena Olivenza, con todo su pedirgrí, que pasará en los que restan? Después, los toros de Juan Pedro, sin emoción y alguno como el segundo de Morante asiduo en su vocación de rodar por el albero, acabaron con la ilusiones de una tarde salvada por Talavante en su primero. Un Talavante renovado, olvidadas vocaciones birlibiloqueras, toreando con asentamiento, pureza y ajuste. Ponce, sin brillantez en su insípido primero, se justificó en el cuarto, que no estuvo por la labor.
ón a punto de cabreo que supone verlo ante animaluchos como los de autos. Algún destello en uno y la pura ruina en el otro.
Sí, la temporada del plante a Sevilla, de la solidaridad según y cómo y con quién, la de economía en precario y festejos a la baja, la de estrategias de comunicación que se anuncian como el no va más, ha dado sus primero pasos en Olivenza.
Y, que quieren que les diga, pese a orejas y rabos, para el recuerdo (subjetivo, faltaría más) y ¡ojalá! el futuro, la capacidad, el valor y la torería de un chaval de Olivenza, de apenas dieciséis años: Ginés Marín, se llama. Retengan ese nombre
Por .Paco March Burladero
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