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lunes, 13 de junio de 2016

El peligroso círculo de los novilleros

Variada y nada fácil novillada del Conde de la Maza, que estuvo por encima de la terna

 POR 

Corren malos tiempos para la novillería. Se celebran pocos festejos, y escasean las oportunidades para adquirir oficio en la cara del toro, de modo que si no se es un fenómeno, el destino se torna oscuro para la inmensa mayoría de quienes pretenden alcanzar la gloria en el ruedo.

Sucede, además, otra historia: los chavales están acostumbrados al novillo moderno, noble y bobo hasta la enfermedad, son hijos del toreo despegado y ventajista y están muy mal aconsejados por su entorno.

Así las cosas, se anuncian en Sevilla tres novilleros con posibilidades, como son David de Miranda, que pretende tomar la alternativa en las próximas Colombinas de Huelva, el colombiano Juan de Castilla y el portugués Juanito; y lo hacen frente a una novillada complicada -distinta, habría que decir, porque no pretendió quitarles el carné de identidad- ante la que los toreros naufragan y dejan entrever sus muchas carencias. Pero el problema es que el festejo se celebra en Sevilla, una plaza de referencia, y el paso triste y anodino por su albero los aplasta como una losa y mengua sus posibilidades de futuro.


David de Miranda, por ejemplo, que venía precedido de una merecida fama de torero con posibilidades, dio un serio paso atrás, aunque el apoyo de sus muchos partidarios procedentes de Trigueros (Huelva), su pueblo natal, pudiera hacer creer lo contrario. No tuvo oponentes nobles con los que poder demostrar lo que lleva dentro, pero lo que se vio en el ruedo es que es un torero que se coloca muy despegado, al hilo del pitón siempre, que da muchos pases acelerados hacia fuera, que tiene poca ‘sangre’ en las venas, frío y ventajista, con poco mando en las muñecas… Su ‘delito’ fue más grave ante su primero, el más noble del festejo, y no dijo nada; deslucido fue el cuarto, ante el que evidenció que no le sobran recursos técnicos. Para más señas, sufrió una tremenda voltereta en el que abrió plaza que, afortunadamente, no tuvo consecuencias.

De Castilla se mostró como un novillero preparado, bravo y entregado, por encima del soso segundo y muy valiente ante el complicado quinto, que lo zarandeó en el tercio de muleta. Muy pesado, como sus compañeros, abusó del pico y pasó la dura prueba con un aprobado raspado.

Y el más joven, Juanito, quiso dejar claro que posee maneras toreras, si bien el escaso recorrido del tercero no le permitió el lucimiento; se vino arriba ante el encastado sexto, al que toreó con pasión por ceñidos naturales y consiguió que sonara la música por su toreo alegre, al que le faltó continuidad.

Al final, quedó claro que el panorama de la novillería no tiene un horizonte esperanzador. Los aspirantes necesitan llegar a las plazas importantes con un bagaje que hoy parece imposible; y se lo juegan todo en un examen final que no es fácil superar. Un círculo peligroso para su porvenir…

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