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lunes, 13 de junio de 2016

El hambre y las ganas de comer

Encierro de Conde de la Maza, serio y duro .
 David de Miranda y Juan de Castilla, con entrega, fueron cogidos de manera espeluznante, afortunadamente sin consecuencias . Juanito, si no falla con la espada, podría haber cortado una oreja al sexto, el mejor novillo
Novillada en la Real Maestranza de Sevilla
GANADERÍA: Novillada de Conde de la Maza, de desiguales hechuras y en conjunto seria. Complicada, abundó la mansedumbre, con algunos novillos con peligro. El mejor en juego, el sexto. 
TOREROS: David de Miranda, de grana y oro. Pinchazo y estocada desprendida (saludos tras ovación). Pinchazo y media (saludos tras ovación). Juan de Castilla, de blanco y oro, que debutaba en Sevilla. Pinchazo, estocada desprendida y diez descabellos (silencio tras aviso). Pinchazo y estocada (saludos tras ovación). Juan Silva ‘Juanito’, de azul y oro, que se estrenaba con picadores en esta plaza. Pinchazo; se echó el novillo (silencio). Media y estocada (saludos tras ovación). 
INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Maestranza, Domingo 12 de junio de 2016. Casi media entrada en tarde calurosa. Fernando Pereira saludó en banderillas en el cuarto.

Por momentos, se juntaron el hambre con las ganas de comer: tres toreros sin la madurez suficiente para imponerse a una novillada mansa y complicada de Conde de la Maza, que deparó un par de sustos, a David de Miranda por el que abrió plaza y a Juan de Castilla en el quinto. En ambos casos fueron cogidas, afortunadamente, sin mayores consecuencias en una Maestranza con media entrada y calor canicular. 
Lo más positivo es que no sucedió ningún percance serio y que los novilleros se entregaron cada uno a su aire ante un material difícil para el lucimiento artístico. Un encierro con algunos novillos que hubieran dejado en entredicho a más de un torero del escalafón superior. 

El público comprendió a David de Miranda, Juan de Castilla y Juan Silva Juanito –los dos últimos se presentaban con picadores en esta plaza–, quienes solventaron sus papeletas como buenamente pudieron y supieron, destacando el portugués Juanito, que de no haber errado con la espada en el sexto, posiblemente hubiera cobrado un trofeo del mejor astado del encierro.

Cuando ya el público andaba bastante desanimado por el devenir del espectáculo, un novillo ensabanado, moteado y botinero hizo saltar la esperanza por su movilidad. El astado, manso, embistió también con prontitud, aunque no humillaba tras las telas.
Juanito se fue centrando poco a poco con él y logró algunos derechazos estimables hasta encontrar la distancia y la altura de la muleta apropiada para una serie diestra con ligazón. Otra tanda de naturales abrochadas con un afarolado y el de pecho continuaron cosechando palmas en la única faena acompañada por la música. El portugués cerró con ayudados por bajo, tan arrebujados que salió casi trompicado. Con el público entregado se vislumbraba premio, pero no enterró el acero al primer envite. Anotó un pinchazo antes de la estocada definitiva y el balance quedó en una fuerte ovación. 

Juanito, ante el tercero, un novillo altote, que salió lastimado de varas, no tuvo opción alguna. Estuvo porfión ante este ejemplar que no embestía en un trasteo que comenzó y finalizó con ayudados por alto. Tras un pinchazo, el animal se echó. Y de tal manera, con pólvora mojada, Juanito no pudo disparar en su primer acto.

David de Miranda, el más placeado de los tres, quien sumó el año pasado más de una veintena de festejos, anduvo voluntarioso en su primero,
cornidelantero, bajo, muy largo, manso, incansable y repetidor, que embestía con la cara a media altura. El onubense impactó en un quite con unas saltilleras muy ceñidas. Con la muleta, en una labor muy larga, lo pasó mal. Al rematar una de las tandas, el novillo lo lanzó por los aires y en unos segundos que fueron eternos se lo pasó del pitón derecho al izquierdo de manera angustiosa y sin que, afortunadamente, le calara. El onubense se levantó y, una vez recuperado, continuó toreando.

El cuarto, un castaño bociblanco, claudicó tras un puyazo. En su lugar saltó un sobrero del mismo hierro, un burraco alto y largo que manseó y que transmitió peligro. David de Miranda, pundonoroso, no acertaba con la colocación. El torero dejaba ventanas abiertas y en varias embestidas le veíamos cogido. Cerró el trasteo con unas manoletinas y una colada final de infarto.


Juan de Castilla mostró solidez y claridad de ideas. Con el segundo, bien hecho, manso, desclasado y mugidor se mostró valiente, intentando hacer las cosas bien hechas. Lo mejor lo consiguió con la diestra, el pitón más potable y asustó con unas bernadinas escalofriantes. El colombiano emborronó su labor en la suerte suprema, especialmente con el verduguillo.

El serio quinto, además de su mansedumbre, se movió con peligro. Juan de Castilla, en las rayas, tiró bien de la embestida del animal, especialmente con la zurda, pero en un descuido le arrolló y estrelló contra la arena, cayendo de manera terrible, para romperse la crisma. El novillero no se arredró y apostó por un arrimón, con circulares invertidos que acabó en un desarme.

POR LUIS NIETO

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