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viernes, 7 de octubre de 2016

EL FIEL GUARDIÁN DE LA PUREZA

Por 

Veía yo con deleite, el pasado sábado en el programa “Tendido Cero”, el desparpajo y la capacidad toreadora de un niño de ocho añitos, Marcos Pérez, que daba curso a todo su extenso repertorio ante un añojito encastado y repetidor. Daba gusto verlo con la soltura y facilidad que pasaba una y otra vez al incansable becerrito. Sin embargo, hubo algo que me preocupó sobremanera: en su inocencia, el chiquillo reproducía fielmente todos los vicios del moderno toreo de muleta; esto es: de ese toreo de pierna escondida, ventajista y falso que con tanta asiduidad practican las figuras so pretexto de ligar mejor, cuando deberían decir “de ligar más fácilmente”.

El niño hacía lo que veía hacer a los “mejores”, y lo hacía creyendo que estaba bien porque así se lo habrá escuchado cantar a una crítica que se aviene con casi todo, menos cuando su bastión más inquisitorial despereza su atributo y saca sus garras para zurrarle la badana a José Tomás: ser insufriblemente libre además de torero excepcional, que no parte peras con plumas ni micrófonos ni se deja manosear por nadie, con lo que eso escuece y escalda al ego periodístico y al que no lo es. Me preocupa, pues, que los depositarios del futuro del toreo, como es este niño prodigio, Marcos Pérez, vengan ya contaminados con vicios que deberían ser erradicados de una vez por todas y censurados sin ambages por quienes tienen la misión de ejercer la crítica taurina (siempre que sus conocimientos les capaciten para ello, claro está). Mal testigo les estamos cediendo a las generaciones futuras si no ponemos coto a los abusos y tranquillos que devalúan e impurifican el toreo.Siempre he desconfiado de los espejos y nunca me han gustado los imitadores. Sin embargo, hasta la más autodidacta de las monteras ha tenido que mirarse en uno, aunque fuera en el azogue de su imaginación, para ir construyendo el andamiaje sobre el que alzar su personal tauromaquia.Mirar en la pureza, siempre es bueno.

Bueno y necesario. Y hoy por hoy, el fiel guardián de la pureza se llama José Tomás. Terminada su triunfal y corta temporada –la intensidad siempre por encima de la extensión–, con tantos “No hay billetes” como tardes –siete– y 16 orejas y un rabo cortados, que dan un promedio de más de dos orejas por corrida, debe quedarnos, por encima de cifras y estadísticas, la insobornable pureza de su toreo: su desnuda forma de citar, la cadencia y suavidad que opone a la desabrida violencia de los toros, el palmo de terreno donde liga y encadena los pases, la hondura que su toreo de mano baja rescata de las profundidades del espíritu, la largura del trazo, el giro preciso de muñeca para que cada pase se remate y no se confunda con el nuevo que le sigue sin solución de continuidad…Este año, por encima del ensimismamiento de los estatuarios, sobrios, ajustados, impasibles, solemnes, destacaría dos pases que han marcado la cima de su maestría: el natural y ese que llaman “del desdén” o “del desprecio”, pero que en José Tomás hay que rebautizarlo como “del recogimiento” por esa levedad íntima, orante, introvertida con que es ejecutado. Sin embargo, ha sido el natural tomista el que ha marcado la cumbre de sus faenas desde Jerez a Valladolid. Ahí sí que hay que fijarse para gozarlo y para aprenderlo, aunque las cualidades de valor, personalidad y técnica que requiere lo ponen fuera del alcance de la inmensa mayoría. De entre ellos, destacar una tanda de Jerez, que nos grabó la memoria para siempre, y otra de Valladolid, de quince –¡quince!– muletazos, en la que a la despeinada violencia inicial del toro siguió otra parte intermedia de dominio, para finalizar con cinco naturales de una dulzura y una limpieza dignas de un acompañamiento de violines, ahora que la música del toreo se está poniendo tan cursi.Por sacarle un defecto: su forma de rematar las series; que, no siempre, pero sí a menudo, ha buscado la colocación en vez de quedarse en el sitio para ejecutar el forzado de pecho, lo que ha rebajado en algunos grados la emoción antes conseguida. No obstante, si Marcos Pérez y sus educadores se preocupan de estudiar los vídeos de José Tomás, el chiquillo y el toreo saldrán ganando.


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