El método científico sigue construyendo ahora el camino bloqueado por los cronistas a través de Fernando Gil, biólogo, y Julio Fernández Sanz, veterinario, que han empezado a desenredar la complicada estructura que convierte a un herbívoro en una fiera. El toro bravo baja al terreno real contradiciendo algunas normas impuestas por la naturaleza. El tótem vuelve a ser un animal. “Muy eficiente en su respuesta al estrés”, explica el biólogo Gil, doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Aficionado, lo que le ha generado miradas extrañas. “Precisamente: los toros me gustan porque me gustan los animales y el ecosistema que generan las ganaderías”.
Fernández Sanz ha desarrollado la mayor parte de su investigación con la Unión de Criadores de Toros de Lidia. “En estos 22 años he negociado la crisis de las vacas locas y la lengua azul, he investigado el ADN de más de 5000 animales y la suerte de varas”, cuando los ganaderos le preguntaron qué les ocurría a sus toros debajo del peto a finales de los 90.
Dame más dopamina
Los estudios de Fernando Gil están centrados en la parte invisible del toro. Está interesado en saber cómo responde a lo que le ocurre durante la lidia. La sala de máquinas donde se produce la chispa que enciende la bravura. ¿Por qué embiste el toro? “Hay dos pilares para explicar por qué este herbívoro ataca y no huye como el resto: la capacidad que tiene el toro para responder al estrés y la fisiología de la agresividad”, explica.“Este animal genera rápidamente cortisol, una hormona que aumenta la disponibilidad de glucosa y la pone en juego en la sangre para darle energía. También es eficiente produciendo endorfinas”. Estas hormonas son las responsables de que el toro no se duela. “Bloquean los receptores del dolor. Así, le permite mantener la lucha sin preocuparse por el dolor”.
“El toro”, se ve todas las tardes, “acude al estímulo doloroso en repetidas ocasiones”, añade Fernando Gil. Los facilones han creído que lo hacía por estar encerrado. “Se hacen afirmaciones sin conocimiento. A campo abierto también se comporta así. Es curioso. Va al caballo a 30 metros varias veces y sale un torero y se queda con todo el espacio para huir”.
Las pruebas físicas arman la evidencia comprobada durante siglos por los ganaderos: el toro embiste a campo abierto porque “es agresivo por la producción de dopamina. Se conjuga con el resto de hormonas”.
Fernando Gil ha encontrado lo que diferencia a los encastes entre sí. Las razas del toro son diferentes en su forma de acometer. “Las ganaderías duras tienen un nivel inferior de serotonina, la hormona que inhibe la agresividad. Es curiosísimo. Encastes como Domecq, Núñez, Murube… poseen más serotonina que el resto. Los ganaderos seleccionan por lo que ven y moldean al toro bioquímica y genéticamente”. El misterio de la bravura es, lejos de toda literatura, “un cocktail de hormonas”.
¿Ahormar? ¿Dónde está que yo lo vea?
El veterinario Julio Fernández Sanz recibió en el 97 una llamada. “Se quejaban los ganaderos del puyazo. Creían que provocaba demasiada sangría”. La valoración de las heridas en los cadáveres de 90 toros durante una feria de San Isidro arrojó la siguiente conclusión. “Los daños de la puya eran superiores a lo que se pensaba e innecesarios”. Al final, la sangría era lo de menos. “No había mucha diferencia entre animales vivos y lidiados”.
Eso dio lugar a un estudio que provocó la reacción del sector. “Había heridas con una dimensión cuatro veces superior a la puya, que en ocasiones mide hasta 8,73 centímetros. A partir de entonces se revisan antes de ser utilizadas. Hay un control, por así decirlo”. También desmonta el mito de que esta suerte ahorma al toro, es decir, que favorece a la humillación, o lo que es lo mismo, a la capacidad del toro de perseguir la muleta bajando la cabeza. “Es otra creencia equivocada. De hecho, mal practicado el primer tercio inutiliza para la lidia al toro. Los puyazos caídos o traseros pueden penetrar en la cavidad torácica y producir un neumotórax”.
“El bovino humilla por anatomía”, explica. “Es diferente al resto. La selección ha creado una columna vertebral en forma de ese entre el cuello y el resto del cuerpo. Están más cerca del suelo, tienen las manos más cortas, y el cuello es más largo”. Para humillar, el toro tiene que reducir su capacidad respiratoria. “Flexiona las vías respiratorias, echa el morro para atrás. Correr tras la muleta crea fatiga muscular que se solventa cogiendo oxígeno. Así no lo hace. El toro que embiste humillado le cuesta más oxigenarse”. Menos mal que se indultó Cobradiezmos. “La bravura”, el cocktail de hormonas, “le ayuda a sobreponerse a ese esfuerzo”.
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“Este animal genera rápidamente cortisol, una hormona que aumenta la disponibilidad de glucosa y la pone en juego en la sangre para darle energía. También es eficiente produciendo endorfinas”. Estas hormonas son las responsables de que el toro no se duela. “Bloquean los receptores del dolor. Así, le permite mantener la lucha sin preocuparse por el dolor”.
“El toro”, se ve todas las tardes, “acude al estímulo doloroso en repetidas ocasiones”, añade Fernando Gil. Los facilones han creído que lo hacía por estar encerrado. “Se hacen afirmaciones sin conocimiento. A campo abierto también se comporta así. Es curioso. Va al caballo a 30 metros varias veces y sale un torero y se queda con todo el espacio para huir”.
Las pruebas físicas arman la evidencia comprobada durante siglos por los ganaderos: el toro embiste a campo abierto porque “es agresivo por la producción de dopamina. Se conjuga con el resto de hormonas”.
Eso dio lugar a un estudio que provocó la reacción del sector. “Había heridas con una dimensión cuatro veces superior a la puya, que en ocasiones mide hasta 8,73 centímetros. A partir de entonces se revisan antes de ser utilizadas. Hay un control, por así decirlo”. También desmonta el mito de que esta suerte ahorma al toro, es decir, que favorece a la humillación, o lo que es lo mismo, a la capacidad del toro de perseguir la muleta bajando la cabeza. “Es otra creencia equivocada. De hecho, mal practicado el primer tercio inutiliza para la lidia al toro. Los puyazos caídos o traseros pueden penetrar en la cavidad torácica y producir un neumotórax”.
Los resultados de su investigación levantaron polémica hace meses. El buen aficionado se define, entre otras cosas, por saber apreciar la bravura del toro en su encuentro con el caballo, uno de los momentos más intensos de la corrida y que arroja más datos sobre su comportamiento. El toro actúa en ese instante con todo lo que es. Algunos vieron en este análisis una forma velada de acabar con el primer tercio. “No tiene sentido decir que la hemorragia aporta beneficio”. ¿Qué aporta entonces la puya? “La puya activa la respuesta neurohormonal que se inicia a la salida de toriles. Se consigue rompiendo la piel en el primer puyazo”.
Julio Fernández también ha seguido la trayectoria de la espada dentro del cuerpo. “El toro tiene la muerte en la vena cava caudal. Más arriba está la arteria aorta. Si se seccionan cualquiera de estos vasos la muerte es inmediata”, comenta. “Las espadas antiguas terminaban con una punta de estilete muy fina que es más fácil que la detuviera el hueso. Con el tiempo ha ido creciendo en anchura”.
Tauromaquias Integradas 'everywhere'
Fernando Gil y Julio Fernández aportan estos resultados al proyecto de Tauromaquias Integradas, la asociación “cultural” fundada por Enrique Martín Arranz y el maestro Joselito, que pretende modificar la lidia. Por eso, junto al artesano Manolo Sales, han desarrollado una puya más limpia “que ya utilizan en Francia”. Sus objetivos son reducirla “a cuatro centímetros porque produce el mismo efecto: en Andalucía y Bilbao se utilizan de seis y en Madrid de ocho”, hacer menos lesivos a los arpones de las banderillas, “provocan la generación de hormonas igualmente” y cambiar la espada por una afilada con láser, “con una superficie cortante mayor”. Ya han comprobado que algunas estocadas tendidas, ahora prácticamente sin efecto, “tumban al toro de inmediato” con el nuevo estoque, más eficaz porque ahorra segundos a la muerte del toro.
Otros de los objetivos de Tauromaquias Integradas es mirar por el toro desde que sube al camión. “El factor ambiental es importante tenerlo en cuenta”, sostiene Fernando Gil. “La sanidad, la alimentación, el manejo, el tiempo que haga el día de la corrida, todo eso les afecta”, da por ciertos los comentarios de algunos mayorales, y señala a la recuperación de la venta del Batán, donde tiene su sede la nueva asociación, para evitar estos incordios que puedan perjudicar al comportamiento del toro en la prueba definitiva de la lidia. “Es un ejercicio físico al que tienen que llegar en las mejores condiciones. No es tan difícil recuperarla”.La inversión para financiar sus investigaciones ha sido costeada tanto por ellos como por los ganaderos que se han prestado al estudio hormonal, “que es muy costoso. Han apostado por conocer su ganadería. Es clave en la selección”, señala el biólogo.
El Uro, la película
El veterinario ha recogido muestras genéticas en estas incursiones en las dehesas. “El bovino actual procede de cuatro principales centros de domesticación; uno de Oriente Próximo del que proceden la mayoría de las razas europeas, otro del Norte de África con cierta influencia en bovinos mediterráneos, otro en China, sin repercusión en el bovino europeo y otro de bovinos con joroba o cebú en el subcontinente Indio. En ADN mitocondrial del toro de lidia hemos encontrado cuatro linajes maternos domésticos, los tres de Oriente Próximo y el del Norte de África, y ocho clases clases que no están en el ADN del resto de bovinos. Es la especie que más diversidad aporta al conjunto”. El mito del toro bravo está en el fondo. “He tenido la posibilidad de comparar las muestras con otras encontradas en yacimientos de uros y hay una coincidencia altísima”. El Uro es una especie de bovino salvaje desaparecida en siglo XVII. “El último vivió en Polonia”.
El toro es un enorme baúl que embiste con todo este tesoro a cuestas. “Los ganaderos han producido una joya genética”, interviene ahora Fernando. “La selección ha dado lugar a un animal único creado a través de una abstracción: el comportamiento”. Junto al patrimonio genético, la cría del toro también conserva la dehesa. “Es uno de los ecosistemas más diversos del mundo”, sostenido todo por la Tauromaquia.
Al final, la pregunta es inevitable: ¿sufre? “No. Los animales no tienen esa capacidad. No notamos en él reacciones que nos lo muestren. Está adaptado fisiológicamente para la lidia”, razona Fernando Gil. Julio Fernández lo confirma. “No hay evidencias de sufrimiento. La respuesta al dolor del toro es mucho más eficiente que en cualquier otro animal. Es distinto. La imaginación es una fuente importante para el sufrimiento y los animales carecen de esto”.
La ciencia traduce hasta el bufido de la fiera. En esta deconstrucción queda una belleza menos aparente. Quizá no vale para adornar ningún párrafo. El toro sigue siendo el tótem, una muerte cargada de razones. La propuesta de modificación de la lidia pretende darle aún más protagonismo. “La tauromaquia actual fue concebida hace siglos. Debemos darle una vuelta”, coinciden
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