No se puede ser figura sin competir
Que José Tomás es torero de una arrolladora personalidad, gran pureza conceptual y un excepcional tirón taquillero no seré yo quien lo niegue.
Pero si fuera el torero de
época que sus incondicionales proclaman -muchas veces tratando de minimizar a los demás grandes toreros del escalafón-, en vez de volver para cuatro o seis “gaches” en plazas de poco compromiso con toros ad hoc, y compañeros de cartel escogidos adecuadamente para el caso, se anunciaría en las ferias de Valencia, Sevilla, Madrid, Bilbao, Pamplona, Zaragoza y en todas las de mayor compromiso del largo y cálido verano, alternando con Ponce, El Juli, Morante, Manzanares, Talavante, Roca Rey y con todos los que se baten el cobre un año tras otro dándole armazón a la temporada taurina.
Y no digo con los hierros de Miura, Cuadri, Victorino, Fuente Ymbro y Alcurrucén sino con las mismas ganaderías que los toreros arriba enunciados. Entrando en sorteo y pechando con lo que le tocara en el mismo, como hacen los demás.
Si eso decidiera se ganaría el respeto de muchos aficionados, y el mío el primero.
Y eso, estuviera mejor o peor.
El hecho de que continúe practicando la vieja y falsa doctrina de “el buen paño en el arca se vende”, es una razón de peso para tener la mosca detrás de la oreja respecto a su condición de figura.
De continuar con sus “guadianescas” reapariciones, no creo sea ninguna herejía expresar serias dudas al respecto.
¿Por qué no solo se niega a torear con Enrique Ponce, sino que además lo quita de cualquier cartel donde las empresas tratan de que coincidan -acordémonos de Valladolid-, como si creyera que pierde categoría alternando con el de Chiva? ¡Si cree que el valenciano no da la talla que él necesita como adversario, que toree mano a mano con él en una plaza de primera, matando una corrida seria de una ganadería importante, y le dé un baño que lo deje como el gallo de Morón, cacareando y ¡sin plumas!
Pero, claro, eso tiene un trámite; competir en el ruedo con el torero más importante desde Joselito “El Gallo” hasta nuestros días
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