Regeneración de la Fiesta.
¿Quiénes somos los verdaderos antitaurinos de la modernidad?
Cuando alguien, cansado de aburrimiento, decide no volver a una plaza de toros,¿de quién es la culpa? ¿Y cuando un aficionado se exaspera, tarde tras tarde, en un tendido al comprobar la debilidad enfermiza de un toro? ¿Qué ocurre cuando otro lee una crónica y piensa ‘este periodista no ha visto la misma corrida que yo’?
Anda el taurinismo revuelto, y con razón, por los sucesivos ataques que la tauromaquia sufre desde muchos y variados flancos políticos, sociales y económicos.
El antitaurino ha ganado protagonismo y quita el sueño a una fiesta que hasta hace poco vivía tranquila en su propia inercia. Ahora, la culpa, toda la culpa, es del enemigo. Y así debería ser. El problema es que no está claro quién está al otro lado de las tablas; es decir, ¿quién es, de verdad, el enemigo de la fiesta? ¿De qué es responsable el antitaurino -el violento, el alborotador, el pesado y cobarde que se esconde en las redes sociales, el político radical o el ambiguo, o, simplemente, el buenista moderno- y de qué no? De presuntos delitos de odio, de ruido, de insultos, de prohibiciones y olvidos, -sin duda, y no es poco-, pero no son responsables de la decrepitud del toro, de los festejos aburridos, de la supuesta manipulación, del cansancio, de la falta de ilusión…
Hablemos en plata: ¿quiénes somos los verdaderos antitaurinos?
Sí, somos. Porque, ¿quién es más anti? ¿Aquel que por diversas razones está en contra de la fiesta y así lo manifiesta, o aquellos otros, muchos, que desde dentro, se consideran depositarios de la esencia taurina y la manchan cada día con sus mentiras, su irresponsabilidad, su pasividad…?
El antitaurino no es responsable de la decrepitud del toro ni de la falta de ilusión de los aficionados
Quién sabe si será cierta esa frase que dice que “es difícil que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.
Pero ya se sabe que la soledad es el precio de la libertad; y no resulta fácil andar en solitario en esta profesión, entre murmullos y miradas furtivas de los taurinos y compañeros malvendidos al sistema que te dan la espalda o te critican con extrema acidez sin conocerte.
¿Cumplimos los periodistas con la misión de contar lo que sucede o somos publicistas del sistema y agradadores de los taurinos?
¡Ay, cuánto antitaurino disfrazado pulula por esta bendita profesión…!
Pero quede claro que esta fiesta está plagada de toreros antitaurinos que no mueven un dedo más que por sus propios y muy limitados intereses.
¿Es taurina la autoridad, que incumple reiteradamente el Reglamento, olvida la necesaria exigencia, permite festejos soporíferos, acepta faltas de respeto de figuras desbordantes de arrogancia y mira hacia otro lado ante presuntas y evidentes irregularidades?
¿Se puede llamar taurino al ganadero que echa agua al vino de la bravura con el único objetivo de reducir la casta? ¿Es taurina la Unión de Criadores de Toros de Lidia y las demás asociaciones ganaderas, silentes de por vida ante la permanente decadencia del toro?
¿Es taurino el empresario que continua trabajando con esquemas obsoletos, y se muestra incapaz de ofrecer carteles novedosos?
“Cada vez tengo menos ilusión”, confesaba el pasado jueves en la Maestranza una reconocida aficionada. “Y no es la edad; son estas figuras insustanciales y este toro que carece de vida…”, añadía.
Y de todo esto no tienen la culpa los antitaurinos.
http://cultura.elpais.com/
1 comentario:
Por fin un periodista con valor 'hecha la pata p'alante' y cuenta una verdad o verdades que todos escondemos en la capa del falso taurinismo. Te ha faltado decir que los que se lo lleva crudo nunca aparecen a las muchas manifestaciones que yo por lo menos he tenido a bien acudir.
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