Morante de la Puebla volverá sin haberse ido del todo.

Esta vuelta que no es tal invita a recuperar esa tortuosa historia de apretones de manos y despedidas que ha marcado la historia taurina de un matador y un artista necesario, imprescindible e irrepetible.Figurón pese a todo.
Para ello hay que rebobinar un cuarto de siglo, recordando las primeras andanzas del torero.
Miguel Flores, el recordado taurino malagueño –fallecido el pasado año– creyó en él y le llevó a su alternativa burgalesa el día de San Pedro de 1997.
Las desavenencias con Diodoro Canorea habían alejado su doctorado del coso sevillano, pero los resultados cosechados en las ferias de Abril de 1998 y 1999 --dos temporadas en las que navega de la mano de José Luis Marca y Álvarez Canorea-- animan al viejo empresario manchego a prepararle una millonaria exclusiva que tendría corto recorrido.
Manolo Macías, amigo del torero, se hizo cargo de sus asuntos profesionales en ese tramo de transición, pero la temporada 2001 la estrenó con nuevo mentor.
Morante otorgó los poderes esta vez a su amigo y paisano José Luis Peralta, con el que afrontó un largo lustro en el que no faltaron las dificultades.
El diestro cigarrero estaría ausente de Sevilla en 2002 y 2004, año en el que tuvo que cortar por lo sano para afrontar y resolver unos graves problemas psiquiátricos. Pero el torero iba a poner a prueba la capacidad de sorpresa del toreo una vez más. Al concluir la temporada 2006, Peralta se quedaba en el camino.

Los que conocían el paño torcieron el gesto. Aquella fábula no podía durar y Morante, fiel a su vocación de Guadiana, volvió a sumergirse en un nuevo eclipse después de mandar a Jerez al diestro gitano. Antes había quemado todas sus naves en la emocionante encerrona de la Beneficencia madrileña.
Pero --la historia se repite-- el alejamiento no iba a ser demasiado duradero. Su íntima amistad con Antonio Barrera le llevaría a la órbita de su suegro, el constructor y ganadero José Sánchez Benito, que le aseguró un altísimo caché difícil de materializar. El asunto saltó en la famosa espantada de Roquetas --se marchó de la plaza vestido de luces y sin hacer el paseíllo por desavenencias económicas-- aunque el torero aún mantuvo a Benito --y Barrera-- a su lado hasta 2009.
Ese último año reaparecería en escena su cuate Antonio Barrera, recién retirado de los ruedos.


El pasado 13 de agosto, ya es sabido, llegaba el último eclipse que implicaba un nuevo cierre de etapa. Manolo Lozano reaparecerá para bordarle una nueva temporada a Morante. Estaremos para contarla.
Por Álvaro R. del Moral
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