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domingo, 10 de febrero de 2019

"GITANILLO DE SEVILLA"


En Sevilla, y en una novillada, SALVADOR TÁVORA cortó un rabo, en 1952 (“algo que no ha hecho ni Curro Romero, que es mi torero preferido”, decía él)… cuando no tenía ni 18 años.
 Le apadrinaba Rafael El Gallo, quien consiguió que le dieran permiso en Aviación, donde ‘Gitanillo de Sevilla’ servía como voluntario.
 Por consejo de Rafael, Salvador brindó un novillo en el coso del Arenal al General Jefe de la Zona del Estrecho, Díaz de Lecea, quien le devolvió la montera con esta nota… ‘Goza usted de permiso indefinido’… y regaló una caja de puros a Rafael El Gallo.

El 30 de agosto de 1953, Salvador Távora hizo el paseíllo en Las Ventas, donde, tras recibir con una larga cambiada de rodillas y manejarse bien con la capa, ya en la faena de muleta, recibió una cornada en el pecho (en el hipocondrio), de ‘pronostico reservado’, de parte del novillo ‘Aceituno‘, de Alipio Pérez Tabernero
Posteriormente, Távora se incorporó como sobresaliente a la cuadrilla del rejoneador Salvador Guardiola Domínguez y Pérez de Vargas y ahí vivió una tragedia que le apartó definitivamente de los toros, el domingo 21-8-1960, en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca.
En palabras de Távora, y cuando Guardiola lidiaba al toro ‘Farruco‘, de la ganadería de Muñoz Aguilar, el caballo de Guardiola (un caballo inglés pese a su nombre ‘Calé‘)… “dio un zamarreón violento, como un latigazo.
 En ese zamarreón del caballo al querer escapar del toro, Guardiola (que rejoneaba para dar dinero a las Hermanas de la Cruz, de Utrera) se desequilibró, y aún pendiente de un estribo, se golpeó con el cráneo en la arena, mientras ‘Farruco‘ saltaba sobre él y le pateaba. 
Salvador murió en la misma enfermería.Yo tuve que matar al toro. Fue el último toro que maté en mi vida. De vuelta a Sevilla, la familia Guardiola ordenó que nadie montara más a ‘Calé’, que quedó suelto en el campo para que le crecieran las pezuñas y nadie lo montara más“.

El talento literario de Távora -que se cortó la coleta para guardar luto a Salvador Guardiola- afloró ahí en un poema fúnebre, como una elegía al rejoneador muerto (de ‘Salvador’ a ‘Salvador’), que Távora tituló ‘El Último Rejón

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