“La garantía de un trato digno a los animales”. 
 Será porque llueve sobre mojado, pero han bastado estas nueve palabras 
para que el Pre-acuerdo de Gobierno de coalición suscrito por Pedro 
Sánchez y Pablo Iglesias siembre la alarma en el mundo del toro. Figura 
en el epígrafe genérico 3º, dedicado a la Transición Ecológica.
Será porque llueve sobre mojado, pero han bastado estas nueve palabras 
para que el Pre-acuerdo de Gobierno de coalición suscrito por Pedro 
Sánchez y Pablo Iglesias siembre la alarma en el mundo del toro. Figura 
en el epígrafe genérico 3º, dedicado a la Transición Ecológica. 
Pero es que lo que en Unidas Podemos entienden como ”trato digno de los animales” ya tiene muchos antecedentes.
 Sin ir más lejos, la proposición de Ley que con el título de “Protección de Animales”  presentaron en Andalucía en abril de 2017. Casi un año después, Podemos propuso en Andalucía y en la Comunidad de Madrid la proibición de que los menores de 18 años asistieran a los festejos taurinos. 
Ninguna de ellas prosperó. 
Cabría recordar también como durante 2017 las filas de Pablo Iglesias apoyaron en la Cámara de las Isles la conocida como ley de la corrida a la balear, que al final resultó tumbada por el Tribunal Constitucional. 
 Así
 podría seguir enumerándose los distintos intentos antitaurinos de los 
partidos de la izquierda y del nacionalismo más radical han planteado 
desde los tiempos del incansable Leonardo Anselmi contra la Fiesta en 
Cataluña.
Así
 podría seguir enumerándose los distintos intentos antitaurinos de los 
partidos de la izquierda y del nacionalismo más radical han planteado 
desde los tiempos del incansable Leonardo Anselmi contra la Fiesta en 
Cataluña.
Por
 más que ahora esté en decadencia el PACMA, que el 10-N perdió del orden
 100.000 votos en toda España, quedándose en tan sólo el 0,94%, la 
desconfianza del mundo del toro con respecto a la política tiene sus 
fundamento. Pero no tanto por la presencia de las formaciones que 
militan en el animalismo, sino por la falta de confianza en el PSOE --que viene de años atrás-- y  las posiciones que pueda adoptar de nuestros días.
Resulta
 evidente que el partido que dirige Pedro Sánchez, como antes Rodríguez 
Zapatero, ha sido, desde los tiempos en los que se tramitaba la Ley 
taurina de 2013, ambivalente en esta materia. Con carácter general, pero
 también demarcaciones autonómicas y locales. 
Y ahí es donde hay que 
radicar todos los temores: no se sabe a ciencia cierta cuál pueda ser su
 posición en el programa que se fije como guía para ese posible este 
Gobierno de coalición, si consigue su investidura.
Pero
 eso es especialmente cosa de hoy: con el socialismo histórico no 
ocurría así. Desde luego, no pasaba así en la etapa de Felipe González o
 de Alfredo Rubalcaba. Y si nos remontamos más en la historia, otro 
tanto se comprueba, como bien explica en una interesante columna 
publicada en el digital Repubica.es Fernando Fernández Román con el titulo “El voto y el veto”.
En
 la actualidad hay barones socialistas comprometidos sinceramente en la 
defensa de la Tauromaquia. Sin ir más lejos, el manchego García Page, el
 extremeño Fernández Vara y la andaluza --hoy en la oposición-- Susana 
Díaz. Y en alguna medida en ese grupo podría incluirse también al 
aragonés Javier Lambán.
 A ellos y a los socialistas de la Transición, 
hoy con escaso peso dentro del que siempre fue su partido. Incluso 
dentro del círculo más próximo al hoy Presidente en funciones está 
Carmen Calvo, su vicepresidenta, sin reparo alguno en confesar su fe 
taurina y su condición de socia de la ATP.  Los temores taurinos se 
centran en saber qué grado de garantías pueden ofrecer todos 
ellos  dentro del PSOE cuando haya que hacer frente a los ataques a la 
Tauromaquia.
Aún
 en la duda, a ellos habrá que encomendarse en el futuro, porque una ley
 se quita o se cambia con otra ley. Por eso, que por más que la 
Tauromaquia cuenten con la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, para la 
regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural --que el PSOE se 
abstuvo de aprobar--, nada impide su derogación.
 Ni siquiera resultan 
suficientes las sentencias del Tribunal Constitucional, tanto en el caso
 catalán como el de Baleares: en ellas lo que de verdad se dilucidó fue 
una cuestión competencial: lo que era propio del Estado y lo que 
era  privativo de las Comunidades Autónomas. Pero la experiencia enseña 
que los repartos de las competencias pueden cambiarse con un 
procedimiento legislativo ordinario.
 Ni siquiera resultan 
suficientes las sentencias del Tribunal Constitucional, tanto en el caso
 catalán como el de Baleares: en ellas lo que de verdad se dilucidó fue 
una cuestión competencial: lo que era propio del Estado y lo que 
era  privativo de las Comunidades Autónomas. Pero la experiencia enseña 
que los repartos de las competencias pueden cambiarse con un 
procedimiento legislativo ordinario.
Como bien han estudiado los profesores  Luis Hurtado (Universidad de Sevilla) y Dionisio Fernández de Gatta
 (Universidad de Salamanca), el TC ha sentado el anclaje constitucional 
de la Tauromaquia como parte de nuestro Patrimonio Cultural, y que como 
tal el Estado debe proteger. Y, en efecto, en la actualidad hay base 
constitucional suficiente para mantener la consideración de la 
Tauromaquia como patrimonio cultural. 
Por
 eso resultan tan importante que en la Cámara se cuente con suficientes 
apoyos a la actual legislación taurina. Y ahí la mayor responsabilidad 
corresponde a la futura bancada socialista, en la que también hay buenos
 aficionados a los toros.  Pero se abriga la duda de si, planteada una 
coyuntura complicada, la tradición cultural milenaria  sería suficiente 
como para ponerla por delante de las convencionales políticas 
ocasionales.
 
 
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