En el epílogo a una de las muchas ediciones realizada de “Juan Belmonte, matador de toros”, Josefina Carabias --una escritora y periodista, discípula de Chaves Nogales y quizás no valorada en toda su dimensión— escribía: “Cuando, hacia 1935, se publicó el libro que acaban ustedes de leer, alcanzó un gran éxito. Pero muy pocos se dieron cuenta que estábamos en presencia de una obra que se mantendría viva a través del tiempo, ni de que su mérito consistía no sólo en la autenticidad y el brillo de la figura del protagonista, sino, sobre todo, en el talento del gran periodista que lo había escrito”.
Y tras dejar sentado que nunca hasta entonces “la vida de un torero que todavía toreaba había sido tratada de forma tan original”, Carabias destaca: “Manuel Chaves Nogales, un sevillano que no era aficionado a los toros ni mostraba jamás el menor interés por los toreros ni la vida taurina, buscó escribir la vida de Belmonte guiado sólo por el interés que despierta en el escritor un tipo humano de carácter excepcional. Luego, tras las primeras conversaciones con el torero, se dio cuenta de que, para lograr el libro que había propuesta escribir, lo mejor era dejarse eclipsar por la personalidad de su protagonista. Que fuera Belmonte quien hablara, quien describiera, quien contara. El gran escritor prescindió de su brillantez propia –un sacrificio que no todos saben hacer--, resignándose a realizar, al menos en apariencia, una labor de notario de su tiempo, que es, en el fondo la principal obligación de todo buen periodista”.
Para a continuación venir a concluir que “sin la pluma de Chaves Nogales la vida de Juan Belmonte, aún siendo la misma, no habría tenido el interés que tiene, sobre todo para el lector no taurino, ni se habría traducido al inglés ni se reeditaría hoy formando parte de una colección del mejor tono literario. Pero debo reconocer también que una figura como la de Juan Belmonte era lo que necesitaba Manuel Chaves Nogales para que su talento de periodista y escritor diera de sí todo lo que podía”.
Las observaciones de Josefina Carabias nos explican el por qué de la permanente vigencia de una de las obras cumbres de la literatura taurina, una biografía cuyo estilo en innumerables veces tratada de imitar, pero jamás superada. Pero también una muestra evidente de la calidad periodística y literaria del autor, como quedó plasmado en una amplia bibliografía. Y es que, aunque parezca una obviedad, hay que remarcar que Chaves Nogales fue mucho más que el biógrafo de Belmonte.
Según narra Abelardo Linares, que ha estudiado la edición original de este libro y cuyos trabajos han sido recopilados en una obra magnífica editada por la Diputación de Sevilla –una verdadera obra de arte--, en la génesis de este libro se encuentra una conversación de don Manuel Azaña con su amigo Chaves Nogales, para ofrecer un mensaje de calma a la sociedad española a través de la letra impresa. Ambos coinciden en que la figura de Juan Belmonte, triunfador en la torería y hombre hecho a sí mismo, podría ser un ejemplo de sencillez y aceptación de los propios límites en un momento en el que se exaltan las personalidades violentas. "Belmonte había realizado la única revolución posible: la de su vida personal a través de su oficio o su arte. Actuó como un auténtico héroe en todos los estamentos de la vida política española", en palabras del propio Chaves Nogales.
Como ha explicado Linares, el texto se publicó por primera vez en la revista Estampa en 25 capítulos, del 29 de junio al 14 de diciembre de 1935. Debido al interés que despertó en el gran público, inmediatamente se recopiló en libro. Conoció una inmediata, el mismo año 1935, edición por entregas en Argentina, donde el torero era ya muy popular y en 1937 apareció su versión inglesa –“Juan Belmonte. Killer of Bulls”-- en Toronto, Nueva York y Londres. En España, a partir de 1969, lo publicó la editorial Alianza, donde tuvo reimpresiones sucesivas hasta nuestros días.
Pero ¿qué Belmonte descubre el reportero si nunca había presenciado una corrida de toros? En las últimas líneas del libro, el propio diestro da la pista:
"Yo no soy aquel muchachillo desesperado de Tablada, ni aquel novillero frenético, ni aquel dramático rival de Joselito, ni aquel maestro pundonoroso y enconado.... La verdad, la verdad, es que yo he nacido esta mañana". Ese tono sentencioso resume el espíritu de esta obra, que no es una exaltación de la fiesta nacional, sino de la persona que encontró en el toreo la forma de ganarse la vida. Un Belmonte que resulta ser todo un hallazgo como personaje porque poseía, según su biógrafa María Isabel Cintas, todos los rasgos que definen al pícaro. "Tuvo una infancia y adolescencia difícil, procedía de una familia desgarrada. Era un hombre hecho a sí mismo que salió de la nada y cuya vida fue una sucesión constante de esfuerzos para superar todos los obstáculos. Incluso su físico desafortunado lo convirtió en un ídolo atípico y próximo, verosímil e imitable".
Para volviendo al testimonio de Abelardo Linares, Chaves Nogales "es el paradigma de periodista escritor con una gran capacidad para dar vida al material que toca. Retrata con viveza y sin adornos las cosas cotidianas, ya se trate de las fiestas andaluzas, la Alemania nazi, la caída de Francia o la situación de los braceros del sur español". Y entre otras notas, destaca una: "esa aparente naturalidad de su prosa, tan jugosa. No es una prosa literaria como la de Gabriel Miró o Valle-Inclán. En él destaca la inmediatez, la prontitud".
No hay comentarios:
Publicar un comentario