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miércoles, 16 de mayo de 2012

Activismo taurino.

Quien no entiende de emociones, nunca entenderá una larga explicación. Aún así, creo que merece la pena responder con argumentos y cifras a la continua munición mediática del «lobby» antitaurino.
 En estos momentos, reivindicar los toros se ha convertido en un acto de rebelión contra quienes intentan imponer un cordón sanitario que nos aísle de la sociedad. Frente a ese acto de soberbia moral –ya legalizado en Cataluña–, y frente a la inercia pertinaz y paralizante del propio sector, los aficionados debemos insistir en un activismo taurino capaz de transmitir los valores intrínsecos de las corridas de toros.

No elegimos nuestra circunstancia, pero sí nuestra actitud ante ella. Nos ha tocado una época donde la autenticidad y la emoción que se viven en una plaza de toros resultan insoportables. «Malos tiempos éstos en los que hay que recordar lo obvio», escribió Brecht.

Y lo obvio es que los toros aportan diversidad cultural en un mundo cada vez más anglohomogéneo. Y lo evidente es el valor ecológico de la cría del toro bravo, que contribuye al mantenimiento de la biodiversidad en un planeta amenazado, Y lo obvio es que los toros son una industria cultural que genera riqueza y empleo.

San Isidro es un buen ejemplo. En un mes se movilizarán 50 millones de euros en la economía madrileña. Pero, sobre todo, es necesario convencer a la sociedad y a sus representantes políticos de que, en el fondo, estamos hablando de libertad. Porque es lo mismo quemar un libro, cerrar un periódico, censurar una película o prohibir los toros..



Por  Juan Medina. Publicado ayer en La Razón.

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