La deserción del aficionado es un hecho que se hace notar en los tendidos de la plaza.
Y la Maestranza no es una excepción.
Un público, variopinto y sin exigencias ocupan los cosos y tapan al escaso entendido que aún acude a los festejos taurinos.
Son seguidores de los que quieren ser toreros, turistas y curiosos que lo aplauden todo.
Que se divierten, si es que no se cansan en la repetición cansina de seis lidias, para ellos, sin diferencia.
Mientras que los que están abajo se pierden en estériles carreras de fondo de ciento de pases que lastran el conjunto de faenas interminables, anodinas y aburridas
Por Manuel Viera//Burladero
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