Por Álvaro Acevedo -http://www.burladero.com/
¿Qué has hecho, Antonio?
La tarde, sin ti, era un entierro de tercera, pero cada vez que entrabas en escena, con el capote o con las banderillas creabas algo: un lance, un recorte, un par jugándotela en corto o al quiebro, por dentro o de poder a poder... Daba gusto verte aun sin pegar un pase, pero el destino te tenía reservado un toro con soniquete para que, en los medios del ruedo de la Maestranza, dibujaras un toreo cabal que nos ha llegado como un oásis entre tanta podredumbre, Antonio. Los vuelos de la muleta caían a plomo bajo el hocico del toro, que gateaba con tranco acompañando el recital por naturales.
Y qué naturales, Antonio Ferrera... Las telas se movían lentas, como una marea suave, y el toreo brotaba profundo y limpio, subyugante, colosal... Tres tandas de naturales entre el clamor del gentío, y otra también de naturales, pero ahora con la mano diesta y la espada de ayuda clavada en el albero, en la que esperaste un segundo entre suerte y suerte, dándole ese tiempo a tu oponente para que tomara aire, para que no se violentara, y para que siguiera el engaño al compás de un torero en estado de gracia. Los últimos muletazos, Antonio, fueron con el compás no tan abierto, echado en los riñones, con una naturalidad maravillosa. Lo quisiste matar en el centro del anillo, que era donde habías bordado el toreo, pero lo pinchaste una vez antes de la estocada. Yo te hubiera dado las dos orejas, pero en cualquier caso te nombro triunfador y autor de la mejor faena de la feria con una distancia sideral respecto a la del siguiente, que por cierto fue obra de Javier Jiménez según mi punto de vista, que por cierto voy a seguir exponiendo le pese a quien le pese. Y pase lo que pase, Antonio.
¿Qué has hecho, Antonio? Detrás tuya salió El Cid y la diferencia fue descomunal. Lo intentó pero no pudo, y mientras más naturales le pegaba al de Victorino, más se demostraba que el toro era de cine y que Manuel Jesús no lo ve por ninguna parte a día de hoy. Fueron no menos de diez tandas y algunos naturales buenos dentro de un conjunto lleno de imperfecciones técnicas y estéticas. Y la afición de Sevilla, esa afición secuestrada en muchas tardes de novelerío y vulgaridad, regresó como siempre: elegante y a la vez severa. Y por eso, antes de una leve división de opiniones al torero, despidió al gran toro con una fortísima ovación que debió retumbar sobre su lidiador como el más duro de los castigos.
Antes de comentarte que vi a Iván Fandiño imposibilitado con el lote malo de la tarde, quería darte además las gracias. Han sido para mí, como aficionado y periodista, días difíciles. Como aficionado me duele comprobar cómo la Maestranza, guardiana de muchas cosas, ha parecido varios días una plaza de carros; me duele ver a tanta gente buena apartada de los carteles por no formar parte del sistema; y me duele comprobar cómo se lucran con la Fiesta los mismos que la están arrasando. Y como periodista, me cansa la presión continua que sufren los medios que me contratan, las intrigas, los movimientos subterráneos y hasta las "advertencias" sobre mi integridad física. Y me cansa tanto que hace unas horas, fruto de un calentón, decidí que todo esto no merecía la pena. Tú me has hecho cambiar de opinión. ¿Qué has hecho, Antonio? Un abrazo.
Sevilla. Domingo, 11 de mayo. Dos tercios de entrada. Última de feria. 6 toros de Victorino Martín, desiguales de hechuras. Destacaron 4º y 5, con mucha calidad y nobleza. El resto, en general, careció de bravura y raza.
Antonio Ferrera, palmas y una oreja.
El Cid, silencio y división de opiniones.
Iván Fandiño, silencio en su lote.
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