Es un libro para leer, pero también para ver. Como toda obra ilustrada –y esta lo es profusamente--, en "Morante de la Puebla. Tratado de armonía" tanta importancia tiene el buen
Autores ahora hace un año de "José Tomás en Nimes", no queda duda que comparten plenamente una anécdota, que se narra en el propio libro, cuando a la salida de la goyesca de Ronda, un aficionado les comentó: "en un lado está José Tomás, en otro Morante; el resto es paisaje".
Si en 2013 se fijaron en el torero de Galapagar y en la histórica tarde de Nimes, por pura coherencia su siguiente aventura literaria tenía que situarse en la órbita del torero de la Puebla. Dos obras bien resueltas.
En su prólogo, el poeta José María Jurado afirma a modo de una declaración de las intenciones editoriales: “Morante ha heredado el hilo de oro del toreo y lo ha anudado de forma natural a una forma de estar y ser en el mundo que lánguidamente agoniza”. A explicar, literaria y gráficamente, esta tesis se dedica “Morante de la Puebla. Tratado de armonía”, un nuevo libro que nace de la pluma autorizada del buen aficionado que es Lorenzo Clemente, con la apoyatura de las imágenes de un artista de la cámara: Andrés Lorrio.
No es precisamente una casualidad que estos mismos autores en la pasada temporada sorprendieran con su “José Tomás en Nimes”. Con el panorama actual, si se trata de realizar un análisis bajo criterios de arte, el paso siguiente tenia que conducir a Morante. Y en este empeño, en cuyo fondo se trasluce una gran fe en el propio morantismo, se huye de lo manido, del lirismo superfluo, para adentrarse con buena fortuna en la razón de ser de por qué el torero de la Puebla es diferente a todos los demás.
El libro principia con un prólogo del poeta José María Jurado; es toda una definición de intenciones de los auores que la explicación inicial se la encomienden a un poeta. Se adentra luego el lector en un capítulo titulado, "Pasión por Morante", en el que se fundamenta por qué el de la Puebla es un torero que apasiona tanto y a tantos. Para fundamentar tales apreciaciones, los autores ofrecen luego una biografía taurina, que va explicando cómo ha sido su trayectoria temporada a temporada y en la que se hace referencia a algunos de los pensamientos del torero. Y a partir de los datos, unas explicaciones necesarias: su toreo de capote, su peculiaridad con las banderillas y el toreo de muleta.
No podía faltar, claro está, una referencia explícita a la goyesca de Ronda del pasado año, en un capitulo que se lee y se mira con interés, para dar paso, finalmente a "Indagar en el arte" capítulo que reúne algunas reflexiones sobre el modo en que Morante compendia muchas tradiciones taurinas y enlaza con otras manifestaciones artísticas, siempre bajo una premisa muy compartible: “el toreo del siglo XXI, como probablemente el de cualquier otro, será emoción o no será”.
El fotógrafo Andrés Lorrio se encarga de escribir el epílogo, "La persistencia de la memoria", un enfoque original que en el fondo viene a entrelazar el hacer morantista con otras manifestaciones del arte. Pero antes de firmar este punto Lorrio deja la demostración gráfica de su punto de vista, a través de más de doscientas fotografías, que reflejan con minuciosidad esta singular concepción de la Tauromaquia.
El credo morantista
Si se mira hacia el fondo de la obra, con una prosa bien trabada Clemente Lorenzo busca hacer ver al lector como “Morante es un torero con una personalidad única. Un torero al que se reconoce como torero dentro y fuera de la plaza. Como ha sido siempre. Y como seguirá siendo mientras algunos sigan siendo tocados por la gracia”.
Sostiene el autor las razones que explican la actitud de este torero de “no entretenerse y no hacer perder a nadie el tiempo con toros que no tienen faena. O con toros que, a su juicio, no tienen faena”.
“Cuando Morante –escribe-- considera que no hay nada que hacer, abrevia y no se da coba. No se tapa. No sabe hacerlo. No está pretendiendo enseñar al tendido las dificultades del animal, su predisposición y la imposibilidad de conseguir nada a pesar de su esfuerzo. Nada de eso tiene sentido. Si el toro no vale, si no le vale, se le mata y ya está”. Para luego concluir: “En Morante el toreo es una obra de arte que resulta más de la conjunción perfecta de su quehacer con la embestida del toro que del dominio en el combate”.
Con plena coherencia con su punto de vista, Clemente Lorenzo defiende que Morante no es un torero de escuela, no ha ido a ninguna escuela de tauromaquia. “Y, eso, dirán los detractores de las escuelas, se nota. Desde hace ya unos años, muchos aficionados y viejos profesionales del toro se quejan de la enorme técnica y la indisimulada uniformidad de los novilleros. Las escuelas de tauromaquia han evitado indignas prácticas para muchos jóvenes que querían hacerse toreros y han dado una magnífica formación. Pero a base de constancia y de aprender una técnica exquisita se ha perdido variedad y personalidad en los toreros”.
Destaca, como no podía ser de otra manera que torear como torea Morante a la verónica “es algo casi imposible de soñar. No hay modo de hacerlo de salón. Pero hacerlo delante del toro, de tantos toros, es una demostración de apabullante poder y sabiduría toreras. A cualquier otro torero, un recibo de capote como lo que acostumbra a hacer Morante le serviría para justificar una temporada. En Morante lo extraordinario es que una tarde no deje retazos de su toreo de capote”.
No pasa por alto el autor que Morante, que no banderillea con frecuencia, “cuando lo hace deja patente un estilo clásico que apasiona tanto a los aficionados como al público de ocasión, que descubre la hondura que puede tener la colocación de un par de banderillas, sin necesidad de alardes gimnásticos”
Para luego sostener que “a pesar de la bien ganada fama del toreo de capote de Morante, es probablemente en su toreo de muleta en el que el de La Puebla demuestra un poder, una variedad y una hondura más apabullantes”. Y más adelante afirma: ”En este toreo de muleta hay muchísimas más tauromaquias que en el de su capote, mucha más sabiduría, más valor y más poder”.
Pero nada de toda esta concepción del toreo se podría entender sin acudir a la personalidad singular del torero, un pasaje en el que se define con acierto su personalidad, sus razones profundas.
Los autores
Andrés Lorrio Gil (Madrid 1968) es abogado, fotógrafo y fundador de Bullfightphoto S.L., una empresa dedicada a la difusión internacional de la tauromaquia. Es coautor junto a Lorenzo Clemente de “José Tomás en Nimes”.
Lorenzo Clemente Naranjo (Cáceres, 1970) es abogado y, además, un gran aficionado a los toros. Autor del libro “La tauromaquia a través de sus conflictos” (2009), en el que recopila, ordena y comenta la jurisprudencia taurina. Importante es su ensayo “El apoderamiento taurino: naturaleza, régimen jurídico y extinción” (2010). También ha prologado el libro “Plaza de toros”. Junto a José María Jurado comparte el blog de actualidad taurina “La gran temporada”. Precisamente en este blogs publicó un importante informe jurídico sobre el pliego de condiciones para la adjudicación en 2011 de la plaza de Las Ventas, cuyas líneas maestras siguen teniendo plena validez. Ha sido colaborador en distintos espacios taurinos y ha pronunciado numerosas conferencias.
FICHA TÉCNICA
No hay comentarios:
Publicar un comentario