El encierro de por la mañana suele ser un pésimo referente en cuanto al comportamiento de los toros por la tarde en la plaza.
Este lunes, en el último de los encierros de estos sanfermines, los toros de Miura sembraron el pánico en Santo Domingo, Mercaderes y Estafeta. Uno de ellos, de nombre Olivito, dejó un reguero de heridos. Muchos pensaron que los miuras harían de las suyas en el ruedo. Pues de eso, nada de nada. Todo lo contrario, salió una triste y mal presentada corrida, blanda, con varios toros rayando en la invalidez. La casta no apareció por ninguna parte y ni tan siquiera el más leve asomo de la fiereza alevosa que todavía, ¡todavía!, se le supone a los toros de Miura.
Fue necesario que Luis Bolívar entrara a matar a vida o muerte y que saliera cogido de forma espeluznante para que la tarde de los miuras tuviera unos minutos de emoción. Esa estocada a ley le mereció una oreja indiscutible. Estuvo muy generoso el colombiano en el quinto para cuajar algunos naturales muy de frente, los mejores muletazos de la tarde, pero lo que pudo ser una oreja terminó en saludos por un horrendo espadazo atravesado.
Javier Castaño estuvo breve, como Dios manda, ante un lote infame y Esaú Fernández intentó lo imposible con su primero,que apenas se podía mover y en el sexto, el famoso Olivito, que tuvo algo más de movilidad y recorrido que sus hermanos, anduvo divagando entre muletazos se rutinaria catadura.
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