En unas pocas semanas Pablo Hermoso de Mendoza cumplirá 25 años como rejoneador de alternativa, grado que adquirió en localidad navarra de Tafalla el 18 de agosto de 1989.
De allí a ser uno de los dos rejoneadores que en la historia han cortado dos orejas y rabo en la Real Maestranza de Sevilla, uno de los que acumula más puertas grandes de Madrid, un torero que en México se ha convertido en una figura indispensable, toda una trayectoria creciente y a más, que hoy en plena madurez no ha perdido la frescura de sus inicios, pero ha ganado en técnica y pureza.
Pasa ya de los 2.000 festejos en su haber. Todo un récord, tanto para quien torea a pie como a caballo. 25 años intensos que discurren desde el anonimato a la consideración de figura histórica, desde un espectáculo menor e improvisado a su reciente tarde de Pamplona, pasando por las puertas grandes de todo el orbe taurino. Pero sobre todo y ante todo, 25 años que han cambiado el arte del toreo a caballo. Y es que en el arte de Marialva se puede afirmar con toda propiedad que hay un antes y un después de Pablo Hermoso de Mendoza.
En unas pocas semanas cumplirá 25 años como rejoneador de alternativa, grado que adquirió en localidad navarra de Tafalla el 18 de agosto de 1989. De allí a ser uno de los dos rejoneadores que en la historia han cortado dos orejas y rabo en la Real Maestranza de Sevilla, uno de los que acumula más puertas grandes de Madrid, un torero que en México se ha convertido en una figura indispensable, toda una trayectoria creciente y a más, que hoy en plena madurez no ha perdido frescura, pero ha ganado en técnica y pureza.
El caballero navarro no tiene duda alguna de cuál es su papel. Lo tiene dicho y demostrado. "Soy torero, siempre he sido torero y siempre seré torero; montado a caballo, pero torero".
En el fondo, todo se resumen en algo bastante sencillo: llevar al arte de torear a caballo toda la intensidad del toreo a pie, de forma que adquiera toda su belleza plástica, su cadencioso con ritmo, sus propios terrenos, pero también sus leyes inmutables del temple y la despaciosidad.
Nacido en Estella (Navarra) en 1966, Hermoso de Mendoza reconoce que ya desde su infancia tenía una gran afición por la equitación. Pero fue a raíz de una corrida que vio en televisión cuando siente la llamada a ser toreo a caballo. Y a ese empeño se dedica con constancia, venciendo todo tipo de dificultades, pero con el objetivo final inamovible. Y lo consiguió, desde aquella tarde primera en la localidad navarra de Viana hasta alcanzar el escalón de ser considerado la primera figura en el toreo a caballo.
De modo necesario ha tenido que un camino duro y trabajoso, pero su calidad se impuso a las circunstancias. Buena parte del éxito lo adjudica a sus caballos, a los que gusta preparar personalmente, con tal grado de acierto que hoy tiene una de las yeguadas más cotizadas, especialmente para caballos para el rejoneo. De hecho, rara es la corrida de rejones que se celebra en la que no sale al ruedo un caballo con su hierro. Y hoy es uno de los criadores más acreditados.
En su cuadra tuvo a un caballo histórico y diríase que único: “Cagancho”. Sin embargo, con el propio “Cagancho” toreando, el navarro demostró que no era rejoneador de un solo caballo; por el contrario por su cuadra pasaron y siguen pasando los caballos que confirman su capacidad para preparar equinos toreros.
Tiene declarado el navarro que su sueño era “poder llegar a dominar las embestidas del toro con un caballo, poder hacer quiebros, torear de frente… todas esas cosas. Pero nunca pensé en llegar a ser figura, lo veía muy difícil”. Y sin embargo consiguió ser figura en poco tiempo, quizá porque siempre ha partido de unos criterios muy realistas: “A mí se me ha puesto como el revolucionario dentro del mundo del rejoneo. El jinete que cambió el rumbo y muchas más cosas se han dicho. Yo lo único que he tratado de hacer ha sido seguir mis sentimientos y transmitir a los tendidos lo que yo tenía dentro”. Pero lo que tenía dentro era mucho, tanto como marcar esa nueva era que se abre con su nombre.
Un poco de historia
Sin remontarnos hasta las corridas caballerescas de hace siglos, como es sabido todos los estudiosos adjudican a don Antonio Cañero la recuperación y depuración del toreo a caballo en España, que entronca así con el rejoneo portugués, que había ido evolucionando con anterioridad. Eran los años veinte cuando Cañero traslada hasta los ruedos lo que hasta ese momento era una tradición campera. Pero en sus orígenes Cañero no procede de su relación previa con la tauromaquia, sino que procede del mundo de la equitación. Sin embargo, traslada al rejoneo los conceptos básicos de la lidia e incorpora el traje campero como indumentaria.
Siguiendo su estela, a los ruedos llegan una serie de nombres ilustres muy ligados a la Fiesta. Es el caso de Álvaro Domecq y Diez o el duque de Pinohermoso, todos ellos influenciados por la escuela portuguesa que encabezaban Simao Da Veiga y João Nuncio. Aparece luego la figura excepcional de Conchita Cintrón y la aportación juvenil la realiza Ángel Peralta.
En toda esta nueva época, el caballero rejoneador --que en los carteles se anuncia con el don por delante-- habitualmente encabeza los carteles de tres lidiadores a pie.
No fue sino hasta la década los años 60 cuando comienzan los festejos exclusivamente de rejoneadores, iniciativa que materializa con gran éxito Ángel Peralta, José Manuel Lupi, Rafael Peralta, y Álvaro Domecq Romero.
El cuarteto, que dio la vuelta a toda la geografía taurina con gran éxito de taquilla, entre otras cosas institucionaliza la lidia por colleras, prácticamente desaparecida en la actualidad. Al calor de este resurgir aparecen nuevos nombres, como los de Josechu Pérez de Mendoza, Joao Moura (padre) o Moreno Pidal, el extremeño que con frecuencia lidiaba sus toros en punta y sorteaba con los toreros de a pie.
Con el intermedio de toreros como Manuel Vidrié y Ginés Cartagena, el momento culminante del rejoneo moderno llega con Pablo Hermoso de Mendoza, un caso poco frecuente: nacido en tierra de escasa tradición por este arte, la técnica, la plasticidad y el temple que imprime a la ejecución de las suertes, pero también la perfección de la doma de sus caballos, le abren un camino que condujo al toreo a caballo a su época de máximo esplendor.
El navarro abre una nueva etapa, una verdadera era, de auge del rejoneo en España permitió dar impulsos hasta desconocidos en el toreo a caballo.
Pero también ha provocado un apreciable resurgimiento en países latinoamericanos con tradición taurina. Y a un lado y otro del Atlántico ha merecido la consideración de primera figura, hablándose de tu a tu con quienes han mandado en cada momento en el toreo a pie.
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