El robo perpetrado ayer viernes, 11 de mayo, en la plaza de Las Ventas por el presidente D. José Magán Alonso al birlarle de modo escandaloso una oreja ganada a ley a Saúl Jiménez Fortes, da paso a una serie de preguntas que deben ser contestadas obligatoriamente.
Fundamentalmente dos: 1º ¿Cómo un inepto semejante puede llegar a presidir una corrida de toros en Madrid?, y 2º ¿Quién fue el lumbrera de la Comunidad de Madrid que lo designó para tal cargo? Independientemente de la primera respuesta y en función de la segunda, los dos –presidente y valedor– deben ser fulminantemente cesados en sus respectivas funciones.
La fiesta de los toros, y todos los que por ella sentimos, sufrimos y gozamos, lo agradeceríamos de manera infinita.
La primera de las preguntas puede quedar contestada si aplicamos al caso el principio que estableció el doctor canadiense Laurence J. Peter –el conocido Principio de Peter–, que dice así: “En una jerarquía, toda persona tiende a ascender hasta su nivel de máxima incompetencia.”
Y esto y no otra cosa es lo que evidenció en la corrida de Pedraza de Yeltes, el susodicho señor Magán, por su desconocimiento del Reglamento cuya obligación es aplicar correctamente.
Y no lo digo sólo por la oreja denegada; oreja que al ser solicitada mayoritariamente por el público debió ser concedida automáticamente, como marca la normativa; sino por desatender al Reglamento haciendo entrar por cuarta vez a los banderilleros, en los toros tercero y sexto, después de haber entrado aquellos tres veces y tener el toro prendidos cuatro palos en su lomo.
Con estos requisitos, la normativa vigente fuerza al usía de turno a cambiar el tercio y no a obligar a dar más capotazos y a entrar de nuevo al banderillero de turno sin que de estas actuaciones se derive ventaja alguna para la lidia.
Observe el lector, que en nada me he referido a la sensibilidad de aficionado que debe suponérsele a cualquiera que se suba al sillón presidencial de un coso taurino, porque si atendemos a este concepto el señor Magán se hace reo de no pisar nunca más una plaza de toros.
Hay que amar muy poco al toreo para no vibrar con el pundonor, la valentía y el buen hacer torero de Fortes, en particular con ese gigantesco toro sexto.
Lo toreó bien con el capote en el quite por tijerillas; ahormó perfectamente su embestida en los doblones iniciales; corrió con temple ambas manos –mejor el toro por el derecho– asentándose en la maciza quietud que impone su templado corazón; superó la voltereta como si se la hubieran pegado a otro; impregnó toda su faena de sentimiento y de verdad –de VERDAD con mayúsculas– y, para rubricar la obra, se tiró por derecho a buscar el hoyo de las agujas enterrando el acero en lo alto.
Despertó a la plaza de su letargo y la puso a favor de sentir el toreo; el toreo que le salía del alma. Por eso la petición fue clamorosamente mayoritaria, como mayor se fue haciendo nuestro estupor ante la negativa del inepto. Se llevaron al toro las mulillas con las orejas puestas; pero Fortes sintió el calor del público en dos vueltas al ruedo que valen más que todas las orejas que hubieran podido darle.
Madrid y la afición de España están locas por volverlo a ver. Y al del palco y al que lo puso, mejor que le impongan una orden de alejamiento a cualquier plaza de toros. Se lo han ganado a pulso.
Por Santi Ortiz
Sanlúcar de Barrameda, 12 de mayo de 2018
1 comentario:
Grande Santi, hay cuidar los detailes y el reglamento de la tauromaquia, si no , nos va.
Tener en el palco gente, sin conocemiento, es uno de los graves fallos, casi como esta en el palco un antitaurino. Gracias a la tele, podemos ver un Torero en mayusculas, que es "Fortes" y la gran faena con mucho Peso. Espero esto se refleja en mas carteles con el nombre "FORTES".
Saludos, Colin
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