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martes, 22 de noviembre de 2011

GINÉS CARTAGENA: DEL PUEBLO Y PARA EL PUEBLO
Tal dia como hoy ,22 de noviembre sucedio la trágica desaparición de Ginés Cartagena. En aquel entonces el mundo del toro lloró su muerte, , quiero rendirle un pequeño y merecido homenaje, no sólo al rejoneador que revolucionó el panorama del toreo a caballo, sino a la maravillosa persona que era el jinete alicantino.
La vida de Ginés se vio truncada por un fatídico accidente que tuvo lugar en el kilómetro 35,900 de la carretera de Extremadura, donde un camión se llevó por delante no sólo al joven de 27 años, lleno de vida y esperanza, sino también la ilusión y la fuerza de un revolucionario del toreo a caballo. Alguien que dijo basta al clasicismo establecido en el mundo del toro, que demostró que no hacía falta pertenecer a un linaje concreto para poder torear a caballo, alguien del pueblo que toreó e hizo disfrutar al pueblo. Y es que ésta es una de las aportaciones de Ginés al toreo a caballo: acercó el arte ecuestre a su pueblo.

El rejoneo era un arte reservado, casi exclusivamente, al club de los jerezanos y portugueses que dominaban la época. Domecq, Bohórquez y Moura actuaban a sus anchas sin más presión que la que ellos mismos querían autoimponerse. Cuando Ginés irrumpió en este panorama todo cambió, el de Benidorm venía pisando fuerte e hizo apretarse los machos a más de uno. Rápidamente el alicantino consiguió, con su desparpajo en la plaza, llegar al tendido de forma que, inmediatamente, fue aclamado como el rejoneador del pueblo.

Ginés se convirtió en un fenómeno de masas que llenó plazas en un tiempo en el que el rejoneo no estaba viviendo su mejor momento. Al igual que pasó con El Cordobés en el toreo a pie, Cartagena encumbró con su llegada el toreo a caballo, se convirtió en el Julio César que llegó, conquistó y triunfó.
Hombre carismático, luchador y con una fe en sí mismo que le hizo mover la pesada montaña del escalafón de rejoneadores del momento, que lideró durante cinco años (89, 90, 91, 94 y 95)
Ginés Céspedes Sánchez era hijo de un mecánico de Cartagena al que le apasionaba el mundo del toreo a caballo, por lo que siempre llevaba a sus hijos a lugares donde pudieran estar en contacto con este bello animal. Desde niño, Ginés, mostró gran interés por la doma clásica y de Alta Escuela y junto con su hermano, Francisco, conquistó muchos trofeos en esta especialidad. Un día en una fiesta privada, medio en broma, toreó una becerra bastante bien y a partir de ahí supo que quería dedicarse al toreo a caballo. A pesar de su falta de medios económicos para poder adquirir caballos toreros, Ginés se jactaba de poder torear con cualquier caballo, fuera cual fuera su condición. Y es que era un jinete poderoso que dominaba todos y cada uno de los secretos de la doma eficaz. Quizás sus caballos toreros no eran los mejores ni, por supuesto, los de más bella estampa, pero sí que respondían prestos a las órdenes de su jinete.

Quedan en el recuerdo de todos los aficionados los nombres de varios de estos famosos equinos, pero especialmente de dos: Whisky y Romerito, ambos estrellas decisivas de la cuadra de Ginés. Whisky era un español, castaño, domado por él mismo, que utilizaba para hacer el paseíllo y poner banderillas al violín de forma espectacular. Por su lado, Romerito, caballo ruano que Cartagena utilizaba para poner quiebros al violín, suerte que inventó el mismo y que consiste en batir al pitón contrario para clavar finalmente la banderilla al violín.
A su famosa cuadra pertenecían, también, Quiebro, español, tordo que también fue domado por Ginés y que era realmente espectacular, sobre todo, a la hora de poner banderillas al quiebro; Fofi, caballo de salida, pura sangre inglés, castaño; Garboso, español, tordo con el que ponía preciosos pares de banderillas a dos manos y utilizaba de forma eficaz en la suerte de matar; Cordobés, anglo-hispano, castaño, de gran nervio y muy bueno en quiebros; Altanero, anglo-hispano, de capa castaña, con el hierro de Cartagena, valiente y espectacular clavando banderillas a dos manos, y Trasnochador, anglo-hispano con mezcla de inglés que utilizaba para su famosa levada, una de las suertes más espectaculares de Ginés.
El genio benidormí no sólo destacaba por su gran dominio del caballo, sino también por su osadía y valor frente al toro, generando la devoción del público que se levantaba, vibrando de emoción, de sus asientos siempre que el caballero alicantino clavaba uno de sus famosos violines o hacía una levada. Ginés llenaba plazas y hacía enloquecer a la afición. Pero su toreo no se basaba, exclusivamente, en alardes cara a la galería sino que Cartagena era un gran lidiador, conocedor de los terrenos del toro y consciente de todo lo que sus caballos podían dar. Heterodoxo, sí, pero con conocimiento de causa.

Compitió y triunfó con toreros de la talla de Álvaro Domecq, Manuel Vidrié, Javier Buendía o los Hermanos Peralta. Santuarios del toro como Las Ventas o Sevilla se rindieron ante su espectacularidad. Precisamente fue el 19 de marzo de 1987 cuando actúa por vez primera en Madrid, acompañando a Curro Bedoya y a los Hermanos Ribeiro Telles, con ganado de Infante de la Cámara, pero es la tarde del 3 de junio de 1989 cuando el alicantino logra abrir la Puerta Grande de Las Ventas cortando las dos orejas a un toro de Manuel Sánchez Cobaleda. Tampoco Sevilla pudo resistirse a su buen toreo, y el 21 de abril de 1991 Ginés atraviesa la tan ansiada Puerta del Príncipe. El 2 de mayo de ese mismo año triunfó en la catedral del toreo a caballo: Jerez de la Frontera. Su consagración definitiva llegó en 1994 y 1995 donde sumó 80 festejos en España, Francia y América. Tan sólo el fatal accidente pudo parar la gran carrera de este torero con mayúsculas.
Hoy día el nombre de Cartagena sigue asegurando triunfos en todas las plazas del mundo, pues su sobrino Andy recogió el testigo que Ginés le dejó. Difícil reto el que el joven afrontó en 1996 cuando actuó, por vez primera, en público en Nimes en el homenaje que el mundo del rejoneo rindió al que fuera uno de los pilares básicos de este arte.
Ginés Cartagena es una leyenda del toreo a caballo que sigue viva en nuestros recuerdos. ¡Va por usted, maestro!.

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