La corrida del Puerto, una auténtica escalera, en la que vimos algunos toros impresentables como el quinto, y otros como el sexto, muy serios, dejó constancia de su buena procedencia en la embestida del cuarto, un atanasio de aquellos que tanto gustaban a las figuras de hace años, que se derretían por matar los toros de Campocerrado.
López Simón confirmó su alternativa y de entrada sufrió una tremenda voltereta cuando intentaba un estatuario. Se repuso del golpe y echándole casta echó las rodillas en tierra para ligar unos derechazos que calentaron al público. Cuando recuperó la vertical no terminó de acoplarse a la desigual embestida del toro, aunque mantuvo una muy digna actitud. Con la espada anda perdido y por ahí se le fue cualquier posibilidad de trofeo.
En el sexto gustó mucho más porque consiguió salir airoso ante un manso de libro al que fue venciendo su tendencia a la huida hasta cuajar alguna serie de muletazos estimables, sin que no faltara algún enganchón, producto de la condición de un toro a la defensiva.
En cualquier caso el chaval puede decir que confirmó en la primera plaza del mundo con gran dignidad.
A Daniel Luque se le sigue negando esta plaza donde, el día de su confirmación, nos asombró su desparpajo y su personalidad torera. Hace de eso cinco años y desde entonces lo ha intentado todo, hasta una encerrona, que resultó su cruz. Excepto algún momento importante, como aquel tercio de quites rivalizando con Morante de la Puebla, casi nada ha sacado en limpio.
Ayer se dejó crudo a su primer toro, que embestía por ambos pitones con enorme codicia, y no `pudo superar la prueba. En el quinto se asentó mucho más en una faena limpia pero en la que se encontró con un toro sin chispa ninguna.
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