Perera salió muy decidido en el sexto, el toro más serio, pero igualmente descastado de la corrida. Este ejemplar cantó su mansedumbre muy pronto y se apagó como la llamita del velador de una estampita.
Finito de Córdoba que volvía a Madrid en ese papel de telonero del que no se sacude, cumplió con el capote y tuvo que conformarse con pasar el trámite ante un lote imposible, al que añadió su conocida frialdad de carácter.
Y Morante se estrella contra un buey despitonado que salió de sobrero y cortó por lo sano en el quinto, un cojitranco insoportable. Algún lance a la verónica y uno que otro muletazo decente es muy poco para quien es un torero tan esperado siempre en Madrid.
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